miércoles, 12 de diciembre de 2012

RAPA NUI: EL VIAJERO DESUBICADO


RAPA NUI: EL VIAJERO DESUBICADO


Si alguien duda sobre la fragilidad de los ecosistemas isleños, sólo tiene que mirar a la Isla de Pascua. Cuando se enuncia la sostenibilidad como el equilibrio entre una especie, entre las que se encuentra el hombre, y los recursos de su entorno inmediato, al aplicarlo a una isla los recursos se reducen de forma notable y el equilibrio se vuelve más inestable. Si pensamos en Rapa Nui, la considerada como la tierra habitada más alejada de cualquier otra parte (aunque hay una isla de 50 habitantes aún algo más alejada), de tal manera que aún se duda sobre como fue poblada originalmente, la sostenibilidad debería ser el objetivo fundamental. Sin embargo no fue así, y como dicen los arqueólogos, su civilización colapsó de forma rapidísima debido a ello. 

El nombre más antiguo de la isla del que se tiene referencia es Te Pito O Te Henua,  “El ombligo del mundo”. Después, los holandeses en 1722 la denominaron Isla de Pascua, su nombre oficial, por ser ese el día en el que llegaron a ella, pero es también conocida como Rapa Nui, un nombre derivado de la Polinesia francesa donde ya había una isla llamada Rapa Iti, y al ser ésta muy parecida pero de mayor tamaño, se la denominó Rapa Nui, que quiere decir literalmente Rapa Mayor.

La colonización de la isla es un misterio, aunque hoy en día se supone que fueron polinesios de las actuales islas Marquesas, entre el 600 y el 900 dC. Hay teorías que los mezclan con incas, por algunas referencias constructivas y por la travesía de la Kon Tiki que demostró que podría haber sido posible. Lo cierto es que no hay certeza de ninguna de ellas.

Resulta un contrasentido que una isla que no dispone de puerto donde se pueda atracar, lo que acrecienta su aislamiento, tenga una pista de aterrizaje de más de 3 km, pero lo entenderemos si sabemos que fue pensada como pista de emergencia en medio del océano para los transbordadores espaciales.

 En el aparejo de esta plataforma del ahu de Vinapu se puede ver una clásica forma de construir de los incas

La isla, antes de ser poblada, estaba completarte cubierta de palmas y otros árboles que aportaban riqueza en abundancia, como se ha podido comprobar por el análisis de polen. Los primeros moradores, probablemente los polinesios, iniciaron el proceso de deforestación de la isla al talar grandes cantidades de palmeras para poder cultivar sus propios alimentos; la agricultura ha sido en todas las partes del mundo el comienzo del cambio climático. Los propios polinesios, sin ser conscientes de ellos, llevaron a la isla en sus barcas la rata polinesia, un animal sin depredadores en la isla que enseguida se reprodujo y se alimentó de las semillas de las palmas, lo que supuso que se redujera su desarrollo y proliferación.  Pero finalmente fue la mano del hombre la que provocó la deforestación total y la casi desaparición de la especie humana sobre Rapa Nui.

 


La imagen de la isla sigue siendo bastante yerma, aunque hay zonas donde proliferan los eucaliptos y palma utilizados en la reforestación

Los rapanui mantenían un culto a sus ancestros mediante la construcción de grandes figuras de piedra que los representaban y que mediante la mirada llenaban de energía a su pueblo; eran los moáis, que colocaban sobre unas plataformas erigidas sobre el ahu, zona de enterramiento que aún hoy en día respetan de una forma escrupulosa, por lo que los turistas no pueden acercarse demasiado a ellas. Estas figuras eran la cara viva de un muerto que comunicaba el maná, o energía, hacia su pueblo. Por ello las figuras, aún estando en la costa, dan la espada al mar y miran hacia el interior, hacia su poblado. La plataforma está orientada norte-sur, de tal modo de que una perpendicular por su punto medio señala en el mar el amanecer en los equinoccios.



Moáis del ahu de Akivi




Moáis del ahu de Tongariki

Los moáis se extraían de una cantera a kilómetros del punto final donde se iban a instalar. Hasta que no se hacían las cuencas de los ojos se consideraba que no tenían energía, y esto no se realizaba en las canteras sino una vez instalados sobre las plataformas de los ahus.





En la cantera de Rano Raraku hay 300 moáis inacabados. Aunque pueda parecer que sólo está la cabeza, la verdad es que el resto está hundido. Los deslizaban por la colina y dejaban que se encajaran en un hueco del terreno para poder trabajarlos mejor

Las familias que querían honrar a un ancestro los encargaban y pagaban a los talladores, para posteriormente encargarse del traslado. Las figuras, de varias toneladas de peso, hasta 80 toneladas, se deslizaban sobre los troncos de las palmeras. El tronco de la palma, que es una monocotiledónea, es blando y no soportaba mucho recorrido sin reventar y por ello era necesario talar decenas de palmas para un solo traslado. En la isla hay centenares de moáis, lo que nos hace entender la cantidad de palmas de hubo que talar, hasta el punto de deforestar completamente la isla. Esta deforestación trajo la ruina y la hambruna más absoluta para las familias rapanui, lo que llevó a la guerra entre ellas. En esas guerras no solamente se mataban entre ellos, sino que destruían los moáis de los enemigos para robarles su maná. Lo hacían tirando las figuras hacia el interior de tal forma que la cara cayera hacia el suelo y no pudiera aportar energía a sus enemigos. Llegaron a derribarse la totalidad de los moáis que habían sido la causa de las penurias y desgracias al obligarles a destruir su ecosistema, que en otro momento fue rico y abundante. Los 50 que hoy se ven en pie fueron levantados tras trabajos arqueológicos empezados en 1955

 Moáis derribados del ahu de Vinatu 
Moái derribado del ahu de Akahanga
Moái derribado del ahu de Te Pito Kura junto a su tocado o pukao

La falta de bosques por la deforestación dio lugar a la erosión del suelo de la isla, lo que provocó que el terreno cultivable fuera cada vez menor, y la falta de alimentos cada vez mayor. La pobreza de especies marinas en las costas de la isla, debido a que las corrientes marítimas no lo favorecen, y a la falta de madera para construir barcos de pesca para altamar, hizo que tampoco se pudiera contar con el mar como fuete de alimentos. Todo ello llegó a provocar incluso el canibalismo entre ellos con las familias enemigas.

Inicialmente se supone que hubo siete familias que no se mezclaban entre sí, sobre todo en el caso de la familia real, provocando una endogamia altamente peligrosa. En la actualidad se puede hablar de 36 apellidos y 36 familias.

Los rapanui fueron casi 20 000 en el momento de esplendor de la isla, pero en 1877, tras los efectos de las enfermedades, el esclavismo encubierto por tráfico de jornaleros llevados a Perú en 1860, y las penurias, había censados poco más de un centenar; por ello no se puede considerar que haya habido continuidad entre la actual población y aquellos primitivos moradores y constructores de moáis.  La pérdida de identidad de los habitantes fue tan grande que lamentablemente también se perdió la capacidad de entender la escritura, que aparecía reflejada años atrás en tablillas, rongorongo, reduciéndose el rapanui a lenguaje oral.  En la actualidad son unos  5 000 habitantes, entre los que ya abundan muchos continentales y sus descendientes no autóctonos, que han ido recuperando, de una forma un tanto artificial, lo que pudieron ser sus costumbres ancestrales.

Las construcciones vernáculas se denominan hare paengas, o casa bote, debido a su forma de un bote polinésico colocado boca abajo. Es una construcción muy larga, de unos 10 m, y una anchura en su parte central en torno a 2 metros; la más grande descubierta tenía casi 40 m de largo. Es probable que la forma realmente responda a la de un bote, si bajo ellos se protegían en los primeros tiempos, o simplemente tiene el carácter simbólico de la embarcación. También podría tratarse de una construcción estrecha para colocar hamacas colgadas de pared a pared, como en ciertas zonas del norte de Méjico; no obstante, la tradición oral habla de que dormían a lo largo y directamente en el suelo.

Imagen de una cocina o Hare Umu Pae

Dado que sólo se empleaban como dormitorio, la cocina estaba fuera, en un hoyo de piedras donde se enterraba la comida para que se cocinara lentamente; se denominan Hare Umu Pae








Fotos de las bases de piedra de diversas casas bote repartidas por la isla en las que se puede apreciar el tamaño y la forma.






En estas piedras de las casas bote se pueden apreciar los huecos donde se encaja la estructura.




En estas otras fotos se ve la estructura de la puerta y la entrada.

Las casas botes se levantan sobre una fundación de piedra volcánica clavada en el terreno, que sobresalía entre 20 y 30 cm. En su parte superior hay unos agujeros hechos con obsidiana, su herramienta de mayor dureza, con la que tallaban los moáis, dado que no hay metales en la isla. En estos orificios se apoyaban unas ramas gruesas, que luego curvaban transversalmente sobre la casa hasta el punto central donde se ataban a otra rama más gruesa y larga que atravesaba la vivienda longitudinalmente; ésta sería finalmente la quilla del bote invertido. Esa estructura se cubría con hoja de palma y totora que se cultiva en los lagos de agua dulce que se forman en los cráteres de los volcanes; la cumbrera se sellaba con pasto. La totora es impermeable y ayuda a que no entre agua en la vivienda. La puerta estaba en el centro de uno de los laterales largos y era tan baja que había que entrar agachados, lo que suponía un gesto de sumisión para el que entraba o una forma de protección si era una intrusión agresiva. Interiormente habría entre 1,60 y 1,80 de altura nada más.


Casa bote con la estructura de ramas encajada en los agujeros de la piedra de la base recreada

En las casa bote no hay más invariante bioclimático apreciable que los materiales autóctonos, como no podía ser de otro modo: piedra volcánica y palma, fundamentalmente. En las casas bote vivían los nobles del poblado, el resto se refugiaban en quinchos, más elementales, o en cuevas.



Cueva refugio para la población que no vivía en casa bote.

Las casas bote se colocaban en semicírculo en torno a la plaza del poblado, mirando hacia la plataforma de los moáis y recibiendo directamente la mirada cargada de maná de las figuras.


Esquema de la ubicación de las casas bote en torno a la explanada del poblado, mirando hacia el ahu.

En los momentos más críticos de penuria los recursos se protegían más que a las personas. Las gallinas eran uno de esos recursos y para ellas se construían gallineros paralepipédicos de piedra en todas sus caras, hare moa en rapanui, con una pequeñísima abertura para que entraran y salieran las gallinas, y que se cerraba con una piedra por las noches.


Foto de un gallinero para proteger a las gallinas de los robos de otras familias. En el centro se ve la pequeña abertura para la salida y entrada de los animales, ahora parcialmente tapada.

En esos momentos no podían usar la madera como combustible para el cocinado y empleaban los excrementos de animales previamente secados.

En la actualidad sólo Hanga Roa, la población donde viven sus 5 000 habitantes, tiene agua potable y electricidad; al resto de la isla no llegan estos servicios. El agua se toma de unos acuíferos donde se almacena el agua de lluvia. La pluviometría actual es suficiente como para compensar el consumo y mantener su nivel, pero en el futuro esto podría cambiar, ya sea por el cambio climático o por una sobreexplotación de los acuíferos debido al turismo o a otros nuevos usos.  El hecho de que los continentales no puedan comprar tierras, y éstas queden reservados para los nacidos en la isla, es una forma de protección, pero siempre es fácil saltarse esas reglas cuando hay dinero de por medio, mediante las propiedades compartidas o los arrendamientos.

La electricidad se produce con contaminantes generadores de gasóleo. En la isla hay un viento permanente y muy fuerte que podría ser utilizado para producir energía y evitar la dependencia exterior y la contaminación.


Ésta fue la única producción de energía con fuentes renovables que vi en la isla. Las condiciones, tanto de radiación como de viento, podrían hacer que fuera una instalación de uso generalizado.

Las basuras se queman, aumentando también la contaminación, y sólo algunos plásticos y envases de aluminio se compactan y se llevan al continente para su reciclado. Podrían ser mucho más estrictos con el reciclado, y pensar en un tratamiento de esas basuras orgánicas para su transformación en gases combustibles, el biogás, ayudando a su independencia energética. Las islas, sobre todo cuando están tan alejadas y aisladas como Rapa Nui, deben evitar los residuos que haya que eliminar fuera y buscar la suficiencia en todos los aspectos.

Los caballos, que fueron introducidos a finales del siglo XIX, son ahora una especie endémica con más individuos que rapanuis. Se mueven con total libertad por la isla y son un peligro para el tráfico, los sitios arqueológicos, por las que se suben y, quien sabe, si también para el equilibrio ecológico de la isla en un futuro. También son  muy abundantes los perros abandonados.


Los caballos, que aunque estén marcados se mueven con total libertad por la isla, pueden convertirse en una epidemia.

Las construcciones actuales son el resultado de un extraño eclecticismo entre edificios con materiales autóctonos, como la piedra volcánica usada en las plataformas de los moáis, edificios de leve espíritu  polinésico y burdas decoraciones, y simples cabañas con cubierta a dos aguas de chapa o fibrocemento. A pesar del resultado poco atractivo, hay un extraño maridaje con el entorno que hace que esos edificios no desentonen y molesten excesivamente. Evidentemente no tienen nada que ver con las construcciones tradicionales de los primitivos rapanuis, las casas bote, ya que no hubo continuidad suficiente entre los primitivos moradores y los actuales. Dado que no hay normativas reguladoras, o al menos no se cumplen, deberán tener cuidado de no destruir de nuevo su isla por ese motivo.






Imágenes de las actuales construcciones en Hanga Roa, donde se puede apreciar una falta total de criterio y de armonía.


Tampoco ninguna de las plantas o árboles que crecen en la actualidad en la isla son autóctonos, todos fueros plantados con la intención de repoblar una isla completamente deforestada. Los árboles más habituales en la actualidad son el australiano eucalipto y una variedad de palmera. Es evidente que se debieron de perder especies endémicas de la isla de un enorme valor.

En un punto de la isla se encuentra el “Ombligo del mundo”. Cerca de la costa, en Te Pito Kura, hay una piedra redonda pulida por el mar y tal vez por el hombre. Es una piedra o un lugar magnético que cuando acercas la brújula, gira alocadamente, desubicándote y haciéndote creer por un momento que en verdad estás en el ombligo del mundo.


“Ombligo del mundo”, con cuatro piedras señalando los cuatro puntos cardinales.

Como conclusión, creo que la lección que debemos aprender es que la falta de sostenibilidad en el pasado de esta isla casi les costó la extinción, y que únicamente la singularidad de la construcción de sus moáis y de su historia les ha vuelto a colocar en el “ombligo del mundo”. Deberían por tanto ser más cuidadosos con sus construcciones actuales, con la energía que consumen y con la gestión de sus residuos, tanto como lo son con sus ahu y sus moáis. Si no lo son, pueden están condenados a repetir la historia en el futuro y provocar daños en la isla que tal vez sean irreparables.






sábado, 15 de septiembre de 2012

SICILIA NO SOSTENIBLE


En mi estancia en Sicilia he buscado, como hago siempre en los viajes, construcciones, sobre todo tradicionales, con rasgos bioclimáticos propios del clima o de los materiales del lugar, de los que pueda aprender. En este caso no he encontrado nada más allá de grandes muros de piedra o alguna clásica protección solar.



Sicilia tiene un paisaje mediterráneo hermoso, como del que disfrutamos en muchas partes de España. Sin embargo, lo más atractivo de Sicilia hay que buscarlo en sus monumentos históricos. La arquitectura griega dórica de la Magna Grecia, en mi opinión, es la más interesante que se puede observar de este estilo en cualquier parte del mundo, incluida la propia Grecia. Los templos de Segesta y Selinunte mantienen su estructura perimetral completa con una rotunda columnata. Son una maravilla de la que se disfruta a pesar de las altas temperaturas que padecí visitándolos.




Templos de Segesta y Selinunte. Una medida de la temperatura que había durante mi visita.


Los teatros de Siracusa, Selinunte o Taormina, son otro ejemplo de ello. A mí personalmente, aunque me gustó más el de Selinunte, me interesó especialmente el de Taormina porque en él se pueden ver el efecto Venturi en los vomitorios que dan a la bahía, generando en puntos altos una zona espléndidamente ventilada.



El teatro de Selinunte y medidas de la velocidad el aire en el de Taormina.
Igualmente magníficos son los ejemplos de arquitectura normanda y bizantina, entre los que destacan los interiores de la catedral de Monreale o de la capilla Palatina del Palacio de los Normandos, hoy sede del parlamento, en Palermo. La catedral de Monreale, promovida por Guillermo II, está a las afueras de Palermo sobre una antigua finca de caza de los reyes normandos y su decoración de mosaicos bizantina es espectacular.




  Interiores bizantinos de Monreale y de la Capilla Palatina


Otro ejemplo de arquitectura clásica que hay que visitar es la villa tardorromana del Casale, que es una muestra perfectamente conservada de una gran mansión de los siglos III y IV. En esas casas romanas probablemente esté uno de los caminos que ha llevado a la arquitectura bioclimática actual, estructurada y pensada inteligentemente. Su peristilo permite ventilar todas las dependencias, y el impluvium que en él se encuentra permite rebajar la temperatura del aire sumamente caluroso del interior de la isla para utilizarlo en la ventilación.  Los muros gruesos de tierra y piedra mantienen estable la temperatura en verano, mientras que en invierno la calefacción se difunde desde el suelo gracias al hipocausto, antecedente de nuestros suelos radiantes, de la forma más eficaz y saludable, y con un consumo razonable de combustible.




Los hornos de la villa del Casale, situados en el exterior de la casa, y el hipocausto


La calidad de los monumentos en Sicilia es indudable, pero el medio ambiente y el entorno natural están descuidados. Pude ver los resultados de los muchos incendios que deben padecer por toda la isla de forma habitual, incluso vi incendios cerca de la carretera provocados por las colillas tiradas descuidadamente por las ventanillas de los coches, algo que también puede presenciar en muchas ocasiones. Pero no sólo es descuido, también es falta de efectividad en el uso de los recursos en la extinción. En un artículo de El País del 19.08.12, Sicilia, región en quiebra, se señala que en Sicilia hay 26 000 guardas forestales, más de lo que hay en el resto de Italia, y que, sin embargo, cada verano es la región con más incendios; se han creado muchos empleos pero poco servicios.
Las basuras tampoco parece que sean un tema que cuiden especialmente en Sicilia. La gestión de las basuras ya sabemos que debe ser una de nuestras grandes preocupaciones medioambientales, pero si no hay cultura del reciclado y las autoridades ven más un negocio o una baza política que una necesidad social, el problema se acrecienta. La gestión "técnica" de los residuos en Palermo deja a diario en las aceras auténticas montañas de bolsas de basura que impiden incluso la circulación en las aceras o el acceso a las paradas de autobús. 


Basuras en Palermo





A pesar de contar con un clima mediterráneo con alta radicación solar, tampoco se ven colectores solares térmicos en ningún edificio. Sabemos que esas medidas deben incentivarse económicamente para paliar los gastos iniciales o las incomodidades que provocan las instalaciones, pero parece que el dinero se dirige a pagar al amplísimo plantel de altos cargos; en Sicilia hay 1 800 altos cargos, tantos como en todo el Reino Unido, y el gobierno regional emplea a 100 000 personas, una por cada 50 sicilianos, que pueden jubilarse con el 108% de su sueldo a los 25 años de servicios (El País, 19.08.12).

Se ven algunas huertas fotovoltaicas por la carretera, que hace pensar en el negocio más que en el aprovechamiento. También se ven pequeños parques eólicos con un número de molinos muy reducido. Sobre algunas plantaciones se ven ventiladores en forma de molinos. Teniendo en cuanta el riego de helada en invierno, es normal el uso de calentadores móviles. La función de estos ventiladores es mover el aire caliente, distribuirlo entre todos los árboles y evitan que se hielen los frutos y que con ello se pierda la cosecha.

Ventiladores para mover el aire sobre las plantaciones
Un lugar donde se mantienen técnicas tradicionales de aprovechamiento de los recursos naturales con energías renovables es en las salinas que se extienden de Trapani a Marsala. Allí sigue habiendo molinos de viento de velas, tipo cretense, para bombear el salitre de unas bancadas a otras y para moler la sal obtenida. Son grandes extensiones de agua marina organizadas en cuarteles a diferentes niveles, que muestran lo que fue esa gran explotación en el pasado. Una vez recogida la sal, los montículos se cubren con tejas para evitar que se moje si llueve. Aún se mantiene un aprovechamiento artesanal hoy en día y un pequeño negocio de sal a precio de oro.
 
 
 
Imagen de las salinasde Trápani y de los molinos que se emplean en su explotación
Otra gran despreocupación es el tráfico, los desplazamientos y todo lo que ello conlleva. No se ha dado carácter prioritario al estudio de la movilidad en las grandes ciudades, ni en las redes que las conectan. En el artículo al que estoy haciendo referencia, hay una frase del concejal regional de Obras Públicas: “tenemos un número infinito de empleados pero seguimos utilizando la red viaria de los Borbones”. El tráfico en Catania, pero sobre todo en Palermo, es caótico en el sentido más mitológico el término. No se trata de ciudades con calles estrechas, lo que siempre supondría una dificultad a la circulación y al desplazamiento de las personas, sino de la falta de estructuración y racionalización de la circulación, con vías que cambian permanentemente de sentido y que obligan a desplazarte de izquierda a derecha, de norte a sur, continuamente, generando un flujo de vehículos endemoniado donde no predomina la educación vial sino la ley del más fuerte. No se contemplan aparcamientos disuasorios, zonas peatonales o vías reservadas para una red pública; es un sálvese quien pueda.
A pesar de esos grandes descuidos, el medio natural y su riqueza son potentes en la isla. La presenciad el Etna nos recuerda el poder de la naturaleza. La sensación de estar a 3 000 m de altura junto a las activas bocas del volcán, sentir bajo los pies la fértil ceniza volcánica y el drenante picón, y ver el hielo que se oculta entre la lava, es única. Ver como las plantas espontáneas se abren paso entre la lava solidificada, hace pensar en las posibilidades altísimas que tendrían estos recursos aportados por el volcán sobre las cubiertas planas de las edificaciones, para recuperar la naturaleza en forma de superficies vegetales, lo que llevaría a asegurar la biodiversidad del entorno y estabilizar el clima. La fuerza del volcán debería ser un referente energético para todos los sicilianos.

 
 
Imágenes del Etna
La inercia de los gruesos muros la pude apreciar en entornos subterráneos, como las galerías que recorren el subsuelo de Siracusa. Por ellas se movía la población durante la guerra y más que probablemente se usaban para el contrabando, ya que una de sus salidas da directamente al mar. Allí abajo medí 20 ºC frente a los más de 30 ºC del exterior, a pesar de no estar enterrado más allá de 5 ó 6 metros. También lo medí dentro de la Oreja de Dioniso, la cueva formada por las extracciones de la piedra necesaria para la construcción del teatro de Siracusa, que aunque no es una cueva estrictamente, en cuanto que te alejas de la boca notas una bajada notable de las temperaturas, tanto del aire como de la paredes.




Las cuevas de Siracusa y la la oreja de Dioniso 



Junto con la inercia, en la arquitectura tradicional indefinida de la isla, las protecciones solares son frecuentes. El uso clásico de una persiana volcada sobre la barandilla del balcón para sombrear la puerta cristalera al tiempo que se permite la ventilación, aquí tiene el aspecto de cortinaje rayado, con argollas y pasadores, como si del interior de la habitación se tratara. Donde lo vi con mayor profusión fue en Cefalú, aunque en otros pueblos de la isla también se dejaba ver.


Protecciones solares clásicas en Cefalú



En resumen, creo que la política puede a la sostenibilidad en Sicilia, y tanto en el uso o despilfarro de recursos, como se quiera ver, como en las prioridades, la sostenibilidad no parece importante.


En este momento lo que me ofrece Sicilia es cultura e historia, sus monumentos son numerosos y de gran calidad, pero no me ha resultado cómoda. He comido bien, sin necesidad de recurrir a la pasta o la pizza, y el trato con la gente ha sido magnífico, pero no he encontrado ese punto de química con el lugar. Creo haber visto y disfrutado de mucho de lo interesante que tiene, pero también sé que, aunque me faltarían otras muchas cosas por visitar, en el mundo hay muchas puertas que me están llamando llenos de los guiños bioclimáticos que estoy buscando. La vida es demasiado corta y no creo que vuelva a Sicilia; espero guardar en mi dolorida retina las imágenes más memorables: el Etna, el paisaje, las costas, los monumentos.