viernes, 21 de noviembre de 2014

LAS PALLOZAS DE LOS ANCARES

Aprovechando dos días de fiesta y un fin de semana seguidos, hice un viaje al Bierzo para ver pallozas, una construcción popular que tiene su origen en edificaciones milenarias cargadas de historia, y que gracias a sus cualidades intrínsecas, pero también a las rehabilitaciones y la reutilización actual, se está manteniendo.

Las pallozas se encuentran en la sierra de los Ancares, a caballo entre las comunidades de Castilla y León, y Galicia. Allí todavía hay muchas pallozas desperdigadas por pueblos minúsculos perdidos en la sierra.  Algunas están arregladas, otras son simples ruinas.

El nombre de palloza proviene de la deformación de una palabra gallega pallaza.  Hace referencia al material de la cubierta, paja o palla. También se habla a veces de teitos, techos, aunque este nombre es más aplicable a las casas populares con techo de paja en Asturias. De hecho teito se refiere a cualquier construcción de techo vegetal, de paja básicamente.

Palloza

Aunque parte de esas pallozas están en pueblos de la comunidad de Castilla y León, me resultaba curioso oír cómo esos leoneses, con los que pasé unos días, hablan con un acento profundamente gallego. Eso simboliza el maridaje cultural de las gentes en las tierras fronterizas, frente a otros empeñados en separar.

Camino de varios de los pueblos que quería visitar se encuentra la antigua mina de oro de Las Médulas, parada obligada. Fue la mayor mina de oro del imperio romano a cielo abierto, y ¡bien que hicieron para que fuera a cielo abierto!

Los pueblos ibéricos prerromanos ya extraían el oro de la zona, pero lo hacían discretamente de los ríos y arroyos, filtrando el agua.  Pero en el siglo I los romanos empezaron a extraerlo a gran escala mediante una técnica que denominaron ruina montium. No hace falta saber mucho latín para imaginarse en qué consistía.

Los romanos canalizaban el agua de los riachuelos de montaña y la embalsaban en la parte superior de la explotación. Posteriormente, entre 10000 y 20000 trabajadores horadaban la montaña creando una cuidadosa red de galerías, con tramos completamente verticales de los que salían ramales horizontales que se quedaban a unos pocos metros del exterior de la falda de la montaña; el trabajo de topografía debía ser muy preciso para lograrlo.  Una vez terminado ese trabajo soltaban el agua acumulada en la parte alta por esos canales, de tal modo, que cuando llegaba a las galerías horizontales con la gran presión que le daba la altura, al encontrarse con la salida taponada, reventaba la montaña buscando la salida hacia el exterior. En ese momento se desprendía parte de la ladera cayendo al fondo del valle cargada de pepitas de oro. Aún se pueden ver las marcas de las galerías en los escasos restos de la montaña.

En esta foto de un resto de la montaña aún  se ven las marcas de las galerías que hicieron los mineros

La obra de infraestructura hidráulica fue enorme. Alguna de las canalizaciones para llevar el agua tuvo más de 100 km de longitud y en total superaron los 300 km.

Plinio el Viejo, que fue administrador de la mina, relata que se extraían 20000 libras de oro al año, algo más de 6500 kg. Teniendo en cuanta que la explotación duró 250 años, se puede calcular fácilmente la cantidad de oro que se llevaron los romanos en ese tiempo. Para ello probablemente se removieron 500 millones de m3 de tierras, lo que supuso desfigurar completamente el paisaje.



Algunas imágenes del prodigioso paisaje que dejó la mina

Camino de Las Médulas hay que atravesar un bosque de castaños. Los troncos de estos castaños centenarios, gruesos y retorcidos, crean formas e imágenes de todo tipo, pero siempre dolidas y fantasmales. Sin embargo a mí no me dan la impresión de sufrimiento o penar, sino de magia. Parece que se vayan a transformar en cualquier momento en seres hablantes para conversar con nosotros, y contarnos todo lo que han visto pasar durante años y preguntar por nuestras propias vivencias para acumularlas en su bagaje.  Para mí los castañares son lugares mágicos donde podría ocurrir cualquier cosa sin que nos extrañara demasiado. Todos los años suelo ir al castañar de El Tiemblo, en Ávila, a recoger castañas del suelo y moverme entre estos fantasmas, como contaban Wenceslao Fernández Flórez en su novela y luego José Luis Cuerda en su versión para el cine, El bosque animado.



Castaños mágicos

La actuación de los romanos en Las Médulas fue una increíble obra de ingeniería pero también muy poco sostenible. Hicieron desaparecer por completo la montaña creando un nuevo y extraño paisaje, atractivo paisaje también diría. Como obra de ingeniería es encomiable pero es todo lo contrario a algo ecológicamente admisible. La destrucción del ecosistema, no sólo el paisaje, sino de su biodiversidad, debió ser brutal.

Antes de la explotación romana de la mina la zona estuvo ocupada por comunidades agrarias o mineras que vivían en castros. Los castros eran poblados fortificados constituidos por construcciones de planta circular hechas con muros de piedra, al menos las que duraron hasta la Edad Media, ya que las más primitivas pudieron ser de muros vegetales. Castrum en latín significa fortificación, que es el concepto básico de estos asentamientos. Eran de origen celta y se situaban en el noroeste de la Península Ibérica, en Galicia. Dentro del recinto formado por la muralla vivían varias familias, cada una en su cabaña circular, autónomas en sí mismas pero formando parte de una economía colectivista.




Las pallozas

Cuando por fin pude ver las pallozas comprobé que respondía a todo aquello que había leído previamente para documentarme. Formalmente las pallozas son muy sencillas, ya que son construcciones de planta circular u ovalada, probablemente herederas naturales de aquellos castros celtas. Para entenderlas hay que entender los castros e imaginar cómo evolucionaron.

Avalan la idea de la evolución investigadores como García Beillido, García Mercadal y Torres Balbás. Hay también opiniones un poco diferentes, pero que señalan probablemente el mismo origen, como la del arquitecto inglés Mark Gimson, que decía  que “existen diferencias importantes entre las aldeas de los castros y las de las pallozas. En los castros las cabañas se usaban sólo para vivir, ya que los animales eran propiedad de la tribu y había edificios comunales. Por el contrario las pallozas acogían una familia entera y a sus propiedades, incluidos los animales. Las pallozas son descendientes de los castros y son un ejemplo de la tradición constructiva que evolucionó poco a poco”. El cambio más importante debió ser pasar de una economía colectiva a una individual pero 2000 años de evolución dan mucho de sí.

Palloza en O Cebreiro

Hay pallozas en mucho pueblos. Los asentamientos más importantes están en Campo del Agua, una pedanía de Villafranca, Piornedo, Pereda de Ancares, Balouta, Candín, Lumeras, Sorbeira, Cantejeira, Burbia, Suarbol, Balboa y O Cebreiro.

Las pallozas primitivas tenían una planta circular, que probablemente evolucionó posteriormente a una forma ovalada. Su base es un muro de piedra, de pizarra en la zona oriental de los Ancares o de granito en la occidental, que podía alcanzar el metro de espesor. Son piedras generalmente toscas, asentadas con un mortero de barro y arena obtenida de la misma piedra. Dado su grosor se levanta con dos hojas, la interior y la exterior, y entre medias se rellena con piedra más pequeña. Su altura es reducida, dependiendo de la pendiente, porque casi siempre estaban en pendiente. Podía ir de 0,5 a 2 m de altura. En terrenos planos suelen ser de 2 m. La parte superior del muro se rematan con unos troncos de madera llamados suleira o solera.


Estructura y asentamiento de muros de piedra

La palloza suele ser relativamente grande, entre 7 y 12 metros de diámetro, o de anchura si son ovaladas. Las más habituales tiene entre 300 y 350 m2  de superficie en planta. Para cubrirla necesitaban de una estructura de madera compleja para poder salvar toda esa luz y servir de apoyo a la paja de la cubierta. Cuando se quisieron hacer más grandes fue necesario empezar a hacerlas más alargadas, en primer lugar evolucionaron a la forma ovalada y luego a casi rectangulares, manteniendo en el lado corto la luz máxima que eran capaces de cubrir. A pesar de esa simplificación, la estructura de madera de castaño se fue haciendo más compleja con esos cambios.


En estas fotos se ven las vigas cumés arrancando de la suleira que remata el muro de piedra

El muro de piedra sólo era de cerramiento. La estructura de madera de la cubierta se apoyaba sobre soportes de madera que salían de una piedra plana colocada sobre el terreno, los forcados, y que se adosaba lateralmente al muro para resolver los empujes laterales de la cubierta, por lo que hacía de contrafuerte. De ellos salían los maderos más largos, las tixeiras, que llegaban hasta la parte más alta, donde se ataban y apoyaban entre ellos. Otros más cortos, los esteos, se apoyaban en las texeiras. Y finalmente, en sentido horizontal, las ripias. No se trataba de ripias planas en general, sino de palos donde se colgaban los atados de paja. Las tixeiras o tijeras, una especie de cercha, se unían de lado a lado a modo de tirante inferior mediante una viga horizontal de madera llamada viga madre. Finalmente, uniendo los remates superiores de las tijeras se colocaban los cumés, la viga principal, con una pendiente de unos 45º, para asegurar la salida del agua de lluvia.

En la parte inferior se ve la viga madre que hace de tirante de las tijeras

La paja del teito es de centeno. A ese techo se le llama colmado. Hay que obtenerla sin que se rompa, por lo que la eliminación del grano no se hace en la trilla sino majándola. Con la paja se hacen gavillas. Para ir colocándola en las ripias se moja previamente para que esté elástica. En algunas de las pallozas que vi, la gavilla sobresale del muro para que desagüe y no moje la pared, pero en otras vi que remataba sobre una laja de piedra que era la que hacía de vierteaguas.


En estas dos pallozas se ve el vierteaguas de pizarra sobre el que acomete el colmado

El grosor de esa paja puede ser de unos 40 cm, aunque se habla de espesores de hasta un metro, que yo no llegué a ver. Suponiendo que la paja esté  seca y bien apretada en las gavillas, el teito podría tener una transmitancia térmica entre 0,075 y 0,100 W/m2·K. Esto puede parecer bajísimo pero es que se trataría de 40 cm de un material que se puede considerar un auténtico aislante térmico. La realidad es que la paja estará parcialmente húmeda en invierno y que las gavillas no se habrán ajustado todo lo debido por lo que es posible que finalmente se pierda hermeticidad y capacidad aislante.  Sin embargo el muro de piedra tiene una transmitancia mucho mayor, entre 2,1 y 2,5 W/m2·K.


En estas dos fotos se aprecia el grosor de la paja

Para completar una cubierta de tamaño medio puede hacer falta la plantación de centeno de una hectárea. Cuando recientemente se han rehabilitado algunas ha sido necesario traer el centeno de fuera porque la economía local no producía suficiente. La paja puede durar unos 20 años, aunque cada 2 ó 3 habrá que ir reparándola, reponiéndola parcialmente.


Palloza de cubierta cónica y palloza de cubierta en quilla de barco, con un hórreo delante

Cuando la planta es circular la cubierta suele ser cónica, pero cuando es ovalada o rectangular tiene forma de quilla de barco invertida.

Planta y sección de una palloza circular

Interiormente estaban separadas en dos zonas, una dedicada a los animales y otra a la familia. Esta segunda zona estaba ligeramente más alta que la dedicada a los animales, tal vez para dejar que el calor ascienda hacia ella. Entre ambas un tabique de tablas. Una de las paredes de piedra servía de apoyo al horno. Frente al horno, en el centro de la palloza está la zona vividera, la denominada lareira, del latín lar, hogar, en torno a la que se construyen unas bancadas que servían de mesa o de asiento. En medio del hogar, sobre unas grandes lajas de piedra se hace el fuego de la cocina. Las alcobas se disponen rodeando el horno y el fuego, para caldearse.


Si nos fijamos en el arranque de las puertas, en estas dos pallozas se aprecian las dos alturas interiores diferentes. Las puertas de la izquierda son la del ganado, más bajas y grandes, y las de la derecha son la de la familia, más altas y estrechas

Para evitar que las chispas del fuego pudieran prender la paja de la cubierta, sobre la lareira se colocaba una losa de piedra llamada cainzo, en la que se secaban las castañas.

Más allá de los dos planos de la vivienda y el establo, la palloza puede tener varios niveles. Lo más sencillo es hacer un sobrado sobre la parte alta de la cuadra y almacenar en ella el forraje para los animales, pero también se hacen esos altillos en otras zonas de la palloza para reducir su altura y crear almacenajes o, incluso, dormitorios de invitados. Hacer estos altillos es muy sencillo debido a la gran estructura de madera que utilizan para la cubierta.

Aunque hay estudios que hablan maravillas del hábitat interior de las pallozas, porque eran capaces de mantener entre 10 y 14 ºC dentro frente a 10 ó 20 ºC bajo cero exteriores, sin quitarles valor a esos logros, creo que distaban mucho de ser espacios confortables. Aunque la cubierta sea muy aislante y no haya casi huecos, el gran volumen de la palloza, ligeramente fragmentado por los sobrados, hace muy difícil su calentamiento sólo con el hogar, el horno y los animales. Es normal que no se consiguieran temperaturas mayores. De tener menor tamaño y estar totalmente recubiertas de madera, habrían permitido obtener mayores temperaturas en invierno, pero en verano habrían sido demasiado calurosas.


Estas pallozas ya están acondicionadas con calefacción, como se ve por las chimeneas

Una referencia literaria antigua, del magistrado Eugenio de Salazar, en el siglo XVI, dudando de su habitabilidad, decía de las pallozas que tenían “dos puertas, una a oriente y otra a poniente, ni por una se ve el sol, ni por otra se descubre el cielo … en las dichas casas no hay sala, ni corte, ni retrete, … toda la casa es un solo aposento, como ojo de compromiso, y en él están los hombres, los puercos, los bueyes, todo pro indiviso … están cubiertas con unos cimborrios de paja fina, que cuando lo vi bien pensé que eran los verdugados que salían desterrados de Castilla”. No era una descripción muy positiva.

En lugar de ventanas simples ventanucos en esta palloza

Como se decía en esa descripción, sólo había dos huecos, la puerta de la familia, pequeña, y la de los animales, más grande. A pesar de ello he podido ver huecos hechos en el muro, no sé si originalmente o hechos con el paso el tiempo. Algunos son pequeños ventanucos cerrados con contraventanas, pero otros son ya ventanas casi de proporciones normales.



Palloza en Balboa con huecos convencionales modernizados

A pesar de tener un horno y una chimenea de leña que hacía de cocina, no tenían salida de humos específica. Esto es muy normal en los teitos, porque el humo puede salir entre la paja y al tiempo que lo hace la higieniza y evita la proliferación de insectos, arácnidos y pequeños roedores. De haber sido las ripias de tabla y no de palo no habría sido posible. Lógicamente el interior era muy oscuro y tenebroso, donde lo único que iluminaba era la fogata, que seguramente proyectaba una sombras que recordarían a los castaños del bosque.


Interiores donde se aprecia el uso de ripias en forma de palos toscos y la paja de centeno vista por debajo

Parte del calor interior lo aportaban los animales. El calor metabólico aportado por un animal depende en gran medida de su masa. Para calcular el calor emitido dentro de la palloza por los mamíferos en estado sedentario basta aplicar la ley de Kleiber, 3,4 x m0,75, donde m es la masa del animal; dará el resultado en vatios. Por ejemplo, una vaca de 600 kg emite 412 W, y una oveja de 20 kg, 43 W.

En O Cebreiro, una pedanía de Pedrafita do Cebreiro, prácticamente no hay otras construcciones más que pallozas.  Llueve casi permanentemente, lo que permite que la paja de centeno de las cubiertas se mantenga húmeda y elástica evitando que se fracture y que por ahí entre el agua. Después de un comienzo del otoño primaveral en este año, aquello era ya un otoño invernal, con una aguanieve heladora. Había varios restaurantes, posadas, hospedajes y bares en el pequeño O Cebreiro, pero todos estaban cerrados menos uno, en el que pude entrar para refugiarme del frío, después de pasear entre las pallozas y verlas en su ambiente.

La imagen del exterior era la ideal para ver las pallozas, una bruma que no dejaba ver más allá, una fría llovizna y un viento desgarrador. Todo ello creaba una sensación térmica de varios grados bajo cero, lo que acompañado de una vestimenta inadecuada, más de otoño que invernal, y unido a una cierta soledad, creaba el escenario adecuado.


Pallozas en O Cebreiro bajo la bruma del día

Hoy en día se están rehabilitando las antiguas pallozas e incluso se están construyendo nuevas. Creo que es una tipología a conservar a la que podría dársele nuevos usos, como la de bar o restaurante, como las que vi en Balboa, que han mejorado su habitabilidad incorporando calefacción, pero, porqué no, también recuperando los usos residenciales originales.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

CAPTADORES DE VIENTO EN EL DESIERTO

Al llegar a Dubái lo primero que me impactó no fue el clima, a pesar de que las temperaturas pueden superar los 50 ºC. Lo que impacta es el lujo y, en cierto modo, la modernidad. El aeropuerto olía a dinero, no voy a decir que a buen gusto, pero sí a cierto refinamiento. Incluso el personal de inmigración que me atendió, vestido con un impecable ropaje tradicional blanco, sin una arruga, mostraba bajo la manga unos impresionantes gemelos de oro.

La autopista que me llevó a la ciudad, una de las tres de circunvalación, tiene 6 vías por sentido, limpias y rectas, por las que circulan coches de súper lujo. Está bordeada de edificios singularísimos, uno de ellos, a lo lejos, entre la bruma y el polvo del desierto, era el Burj Khalifa.

Dubái es uno de los siete emiratos que forman parte de los Emiratos Árabes Unidos. Los otros son Abu Dabi, el mayor y más rico, Ajmán, Fayaira, Ras Al-Jaima, Sharjah y Umm Al-Qaywayn. Constituyeron el estado tras su independencia como protectorado británico en 1971. El jefe de estado es un presidente que siempre es el jeque de Abu Dabi. Dubái es el segundo emirato en importancia y el que junto con Abu Dabi tiene petróleo.

Dubái en origen no eran otra cosa más que un pequeño asentamiento nómada vinculado a un próspero puerto que servía de escala en el trayecto entre Europa y la India, y que básicamente  vivía de la extracción de perlas. En 1833, el clan de los Al-Maktum se separó de Abu Dabi para formar un emirato independiente, y así surgió Dubái. Pero tanto este emirato como los limítrofes inmediatamente firmaron un acurdo con el Reino Unido que los convertía en protectorado y los protegería de este modo del Imperio Otomano, en plena expansión. Lawrence de Arabia, el famoso militar británico Thomas Edward Lawrence, apoyó desde dentro la lucha de las tribus de la península Arábiga contra los turcos, y la película de David Lean lo llevo a la popularidad.

Enseguida me di cuenta de que en Dubái todo gira en torno a los jeques, y que a pesar de ser una monarquía constitucional, todo depende finalmente de ellos; hay un gran espíritu de dependencia paternalista. En Dubái son enormemente clasistas, y la población extranjera, ampliamente mayoritaria con respecto a la autóctona, no tiene los mismos derechos, mientras que los autóctonos disponen de todos los recursos y tienen cubiertas todas sus necesidades . Como decía, Dubái es una monarquía constitucional, y en uno de sus artículos señala la igualdad de todos los hombres independientemente de su nacionalidad, lo que está por ver.

La sociedad dubaití está muy jerarquizada, por no decir de ella que es clasista. En el escalón superior está el jeque y toda su familia. Más abajo se encuentran los que tienen nacionalidad dubaití, entre los que ni siquiera se encuentran los nacidos en Dubái de mujeres dubaities si el marido es extranjero; no ocurre igual si el hijo es de hombre de Dubái y mujer extranjera, en ese caso si tiene la nacionalidad. Después están los extranjeros, cuyo escalón inferior lo ocupan los emigrantes que van a trabajar en la construcción, filipinos, bangladesís, indios y paquistanís.

La omnipresente imagen del jeque. La familia del jeque no sólo se ve en carteles sino en persona conduciendo sus coches; se distingue porque las matrículas van del 1 al 10. Yo vi el 3.

A pesar de la modernización del país, todavía se puede ver en Dubái arquitectura tradicional, la mayor parte de ella recuperada, reconstruida y rehabilitada, para dotar a estas tierras de un patrimonio cultural del que carecen en comparación con otros estados limítrofes. Esa arquitectura tradicional es muy básica, en cierta medida común con la de todos los países de clima cálido seco y cultura islámica. Se conservan edificios públicos, viviendas y construcciones defensivas. En las viviendas, que por otro lado son muy variadas de tamaño, estructura y decoración, según la clase social de sus propietarios, se encuentran las torres de viento que pretendía ver.

Hoy en día quedan muy pocas en funcionamiento real, ya que el dinero, el petróleo y la energía ha cambiado la mentalidad de los propietarios originales. Las que se pueden encontrar funcionando están en edificios ocupando por un estamento de la población no autóctona, sin recursos para usar aire acondicionado.

Antes del petróleo, que se empezó a extraer en 1966, todos estos emiratos eran tierras pobres, muy pobres, y sus construcciones y pueblos respondían a esa escasez de recursos. En Dubái, en esos años, las calles no estaban asfaltadas y había escasez de agua potable¸ incluso hasta los años 70 no tuvieron electricidad. Pero las ciudades respondían a esa escala pequeña, a los materiales locales, piedra, tierra y madera de palma, y a la estructura clásica de calles estrechas de las medinas. Pero como también eran nómadas además de comerciantes, algunas de sus construcciones eran desmontables y efímeras. Esas construcciones se llaman barasti, y estaban hechas de hoja de palma y pensadas para durar como máximo cinco años. En esas construcciones también se montaban torres de viento.



Ejemplo de un barasti



Como en todos los casos que he estudiado de arquitectura popular, aquí también los edificios están determinados por el clima y los materiales locales, con las influencias sociales y económicas de sus ocupantes, es decir, su cultura.


  Detalles constructivos de un barasti hecho de cañas, con el atado de las cañas para crear los techos y las paredes. Aunque las cubiertas no son tan gruesas como en otras partes del mundo donde también se emplean cañas, aquí, la poca lluvia justifica su menor espesor

En este caso concreto su clima es terriblemente extremo, sobre todo en verano. Durante el estío se llega regularmente a los 50 ºC, algo brutal. Durante el tiempo que permanecí en Dubái se superaron tranquilamente los 40 ºC, con una naturalidad pasmosa, casi sin darte cuenta. Pero también con algo sorprendente, una humedad altísima. Dubái está en la costa, y la brutal radiación provoca una potente evaporación del agua del mar que genera una humedad superior al 95% en ciertos momentos del día, al amanecer fundamentalmente. Luego se reduce según transcurren las horas, pero no baja del 70%. Diferente es si te desplazas hacia el interior del emirato, hacia el desierto, donde no se alcanzan esas humedades, al contrario, serán  muy bajas.

En la costa, el único material sólido con el que pueden construir es la piedra que sacan de los arrecifes de coral. Como es lógico este material es muy poroso lo que le confiere una capacidad aislante que no tiene una piedra compacta. Los muros, que son muy gruesos,  realizados con este material ofrecen por ello un gran aislamiento térmico, con transmitancias térmicas por debajo de uno, pero también con una gran masa térmica.  

 Grueso muro  de piedra porosa de coral sin recubrimiento

Como la estructura urbana es la propia de las medinas, de casas arracimadas y separadas por estrechos callejones, el soleamiento sobre las fachadas es reducido. Naturalmente no hay huecos hacia el exterior, todos dan hacia el patio interior, y si hay alguno estará protegido por una celosía muy compacta. Con todo ello se minimiza el calor que podría pasar desde el exterior hacia los locales habitados, pero ya se sabe que algo atravesará los muros y que la actividad interior, que genera calor, provocará finalmente el sobrecalentamiento interior, es  decir más temperatura dentro que fuera, si no se remedia con la ventilación.

Por todo ello, los ocupantes de estas casas dormían con frecuencia en la terraza, ya que por la noche la temperatura puede llegar a bajar ocasionalmente de los 30 ºC. Por ese motivo el peto de las viviendas es bastante alto, en parte para dotar de intimidad, en parte por seguridad. Dadas las altas temperaturas es la única zona de la casa suficientemente fresca para dormir, ya que en el interior se acumula el calor del día.



Plataforma para dormir en el exterior en un barasti

Por ese motivo se incorporaron las torres de viento, como un dispositivo capaz de introducir en los dormitorios el aire de la noche y evitar que tuvieran que dormir fuera del edificio.

Las torres de viento, o barjeel, surgieron en Persia, formando parte de una tradición de estrategias bioclimáticas con cinco mil años de antigüedad. Sin embargo su presencia en este emirato es mucho más reciente. Un grupo de comerciantes persas se instalaron en el barrio Al-Bastakiya a finales del siglo XIX. Construyeron sus casas con la tradicional torre de viento persa, introduciéndola con facilidad en la cultura local y haciendo que formara parte natural del paisaje dubaití. De allí se extendieron a otras zonas del Golfo Pérsico.

Las viviendas donde se montan estas torres están condicionadas por los recursos locales. Sus habitaciones tienen una anchura limitada por la longitud de los troncos que se utilizan para hacer la cubierta plana, entre 3 y 4 m nada más. Son troncos de madera de manglar traída de la india, ya que en Dubái, por su clima, no abunda la madera dura.

La estructura interior es la típica de las viviendas islámicas, delimitando claramente lo público de lo familiar, con una zona semipública. Lo más privado es el patio, y también lo más cuidado, como puede ver al comparar el trabajo y decoración de sus fachadas interiores frente a las paredes exteriores, sobrias y sin ningún aditamento. Igual ocurre con las ventanas, ausentes casi por completo en la fachada exterior, por un tema de intimidad, pero también claramente por vocación bioclimática de protección solar.

En el patio, donde se realiza la vida familiar, cobra importancia la galería de la primera planta que conecta las diferentes habitaciones, llamada liwan o iwan; este espacio actúa de tránsito entre los dormitorios y el espacio abierto del patio, pero sobre todo sirve para sombrear los huecos, que ahora sí aparecen en esta fachada interior.  Hacia el patio da una columnata o una arcada, que sombrea la galería y lo convierte en un espacio semiabierto. Como tiene la anchura necesaria para asegurar ese sombreamiento, es suficientemente grande como para hacer vida en ella, sobre todo las mujeres; es como una logia. Es tan importante en el funcionamiento de los edificios, que hasta algunas mezquitas la utilizan como zona de rezo en verano.

  

Foto de un iwan muy sencillo, sin casi protección en el peto, y otro es esquina más cerrado

Pero el elemento bioclimático más llamativo es el ya mencionado barjeel, que literalmente quiere decir “captador de viento”. Aunque el modelo más sencillo es de una simple boca, como el malkaf que se puede ver en Egipto, los desarrollados en la región del Golfo son de múltiples bocas. La diferencia radica en que los sistemas de una boca sólo podrán captar el viento cuando sopla en la dirección del hueco, mientras que los que tienen múltiples bocas, mirando a todas las orientaciones captan el viento, sople por donde sople, y venga de donde venga.  Estructuralmente están divididas en cuatro zonas mediante dos muros verticales que van de esquina a esquina y se cruzan en el medio formando un aspa. El  viento entrará por los huecos verticales exteriores, chocará contra la pared del muro que se encuentre enfrente y penetrará por el canal correspondiente. Esos huecos exteriores están decorados con paneles de yeso en su borde superior, que se convierten en su seña de identidad. Ese panel de yeso ayuda a canalizar el aire hacia abajo y evita que salga  de nuevo hacia el exterior. El número de esos huecos verticales puede variar; lo normal es de dos a cuatro por cara, pero pueden ir de uno hasta seis.


Torre de viento de tres huecos verticales y una decoración de tréboles

A veces la gente tiende a confundirlos con chimeneas solares o térmicas, por las que sale el aire caliente del edificio. No, en este caso se trata de captar el viento exterior para aprovechar su movimiento como una estrategia para que el cuerpo pierda calor y se sienta reconfortado, y, al tiempo, se elimine el aire sobrecalentado del interior al generar sobrepresión dentro de la casa. Si no hay viento no funcionan, y si el aire es muy caliente el resultado no es muy efectivo. Eso no quiere decir que cuando no sopla nada de viento las torres de viento no puedan funcionar espontáneamente como chimeneas térmicas, aunque esa no sea su función.


Torre de viento de dos aberturas por cara

Al entrar a la torre, la velocidad del aire se incrementa ligeramente por efecto venturi al introducirse en alguno de los canales verticales, aunque no sean especialmente estrechos. Interiormente el canal no termina a ras de techo, sino que cuelga hasta una altura ligeramente superior a la altura media de una persona, para que el efecto del aire sea más directo.

Las torres de viento se construyen habitualmente con la piedra extraída de los arrecifes de coral, pero también con madera, y más singularmente, cuando se usa en construcciones nómadas, con tela. Cuando las paredes son de piedra o de tierra, al tener una gran masa, acumulan frescor durante su funcionamiento nocturno, lo que permite que el primer aire caliente de la mañana lo absorban las paredes. Son de planta cuadradas y tienen un altura sobre el nivel del suelo de 12 a 15 m en edificios de dos plantas, o de 8 a 11 m en construcciones de una planta; cuanto más altas sean más rápido es el viento que captarán y más confort proporcionarán a los ocupantes. Por ejemplo, el viento se mueve un 30% más rápido a 15 m de altura que a 5 m.

Los huecos verticales de las torres pueden cerrarse cuando sea necesario. Puede que lo sea cuando el aire viene muy cargado de polvo o arena, o en invierno, pero también cuando el aire está muy caliente, más caliente que el cuerpo, en cuyo caso no genera ninguna sensación de frescor, sino de más calor. Parte de ese problema lo resuelve la masa térmica de las torres y la presencia de agua en ellas.

El muro exterior de la torre es de carga, realizado con columnas de piedra del arrecife. La esbeltez de estas columnas y de las torres en su conjunto, las convierte en muy inestables, por lo que se refuerzan con una estructura de palos de madera. Estos palos, también de madera de manglar, sobresalen de la torre dándole una imagen muy característica.

Imagen de una torre con el refuerzo de palos sobresaliendo de las columnas

¿Pero sólo por eso? Hay varios motivos más, el primero es para que actúen de andamios que permitan el mantenimiento de la fachada, ya que la fachada tiene un recubrimiento de barro encalado que debe reponerse regularmente. El segundo motivo es que les sirve para colgar telas empapadas de agua de modo que cuando el viento tiende a introducirse por el canal vertical de la torre se enfría al evaporar agua y se limpia en parte del polvo del desierto.

Con ese complemento evaporativo se entiende mejor su funcionamiento. Si bien es cierto que están pensadas para usarlas durante las noches, cuando la gente duerme bajo ellas en lugar de tener que desplazarse a las terrazas, al enfriarse el aire por ese proceso evaporativo se pueden usar durante más horas del día.

A la entrada del canal de Dubái, realmente una ría, se encuentra el barrio de Shindagha, una estrecha franja de tierra con vistas al Golfo Pérsico. En los momentos de su formación, los barrios respondían a la actividad de sus ocupantes y no había grandes diferencias sociales entre los supuestos ricos y los auténticos pobres. Allí se mantienen varia casas con torres de viento, las casas de Saeed Bin Maktoum Al-Maktoum, con cuatro torres de viento, de Obaid y Jumaa Bin Thani Al-Maktoum, con una torre, de Hasher Bin Maktoum Al-Maktoum, con una torre, y de Moza Saeed Al-Maktoum, con una torre; todas de miembros de la familia Al-Maktoum, la del jeque gobernante en Dubái. Como se ve, las torres de viento eran elementos diferenciadores de calidad con el resto de la población, antes de disponer de aire acondicionado. El barrio de Shindagha se convirtió en una zona importante de Dubái al construirse en él mezquitas, edificios de la administración y educacionales.

Todas estas casas son de dos plantas, con la planta baja cerrada al exterior, como es tradicional, pero con huecos en la superior, más protegida de las vistas. Su terraza permite tener vistas al canal y al golfo, y las torres de viento, por encima de la terraza aprovechan las brisas de aire que circulan entre ambas masas de agua. No cabe duda de que por la ubicación del barrio el aprovechamiento del viento es máximo.

Tuve la oportunidad de entrar en la casa del jeque Saeed Al-Maktoum, hoy convertida en museo, para apreciar de primera mano su estructura, características y funcionamiento. Este jeque gobernó Dubái entre 1912 y 1958, y mandó construir la residencia en 1896, probablemente una de las primeras del barrio y el edificio más grande e importante, ya que en su momento no solamente fue la residencia del jeque, sino también el edificio de la administración.

Tiene varia alas independientes, una para cada hijo del jeque. Con ellas se forma el tradicional patio interior. Estos patio, y éste en particular, son en general más grandes que los de las casas de las medinas africanas.




Imágenes exteriores de la casa del jeque

  
Planta

 Torre de viento de la esquina NE, con dos huecos por cara

 Torres de viento del ala SO, con tres huecos por cara

La propia estructura del edificio es común en todas las sociedades islámicas.  Dubái se debate entre la ley islámica, la sharia, y un cierto intento de modernización social. No ocurre como en Arabia Saudí, aquí los visitantes occidentales pueden vestir y moverse como en cualquier otra parte del mundo; el turismo de lujo se está convirtiendo en el sustituto de un petróleo que se acaba. Sin embargo, la población local viste de una forma tradicional, ellos con su kandora blanco y su turbante, y ellas con su abaya negra. Los colores blancos y negro de sus ropas responden a esa origen pobre de sus gentes que no podían teñir las telas y las debían usar con sus colores crudos. Las mujeres cubren su cabeza en ocasiones sólo con un hiyab, que les cubre sólo el pelo, pero en otras con burkas que les tapa toda la cara.



Torres de viento de la casa del jeque Moza Bin Saeed Al-Maktoum, dando al golfo

En el barrio de Al-Bastakiya se conservan las casas de Mohammed Saleh Fikree, con una torre de viento, de Abdul Rahman Frouq, con dos torres, de Mir Abdul Wahid Mir Ali Amiri, con dos torres, de Mohammed Sherif Al-Olama, con dos torres, de Abdullah Mohammed Al-Bastaki, con una torre, de Abdul Qader Rasshidi, con una torre, y de Mir Abdullah Amir, con una torre, todas ellas casas de prósperos comerciantes.

A la izquierda se ve una torre con un solo hueco por cara. A la derecha se ve el contrasentido de una torre junto a un equipo de aire acondicionado.

El barrio de Al-Bastakiya, que se sitúa al sur del canal,  llegó a concentrar el mayor número de casas con torres de viento de todos los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, hacia 1925, se produjo un desplazamiento de los comerciantes hacia el zoco lo que provocó la recesión en el barrio y el deterioro de sus construcciones. A mediados del siglo XX se empezaron a demoler muchas de las casas del barrio para sustituirlas por otras más modernas y confortables, pero en 1995 se logró comenzar con la rehabilitación y reconstrucción de estas estructuras históricas, patrimonio popular del emirato y de la humanidad.

La vivienda de Abdul Qader Rasshidi es hoy en día la sede de la Sociedad de Patrimonio Arquitectónico de los Emiratos Árabes Unidos. Buscar nuevos usos a estos edificios tiene, por un lado, la clara intención de mantenerlos vivos, pero por otro demuestra que no se pretende que sigan funcionando como viviendas, cuando la tecnología que aporta el petróleo supera las posibilidades de su funcionamiento. La mayoría de estas casas fueron abandonadas en la década de 1970, momento en el que empezaron a modernizarse las casas en Dubái.

Viendo estas casas y las modernas autopistas me entran ganas de decir que tradición y modernidad conviven, pero no es así. Hasta hace 40 años no tenían electricidad, pero con la explotación del petróleo y los nuevos recursos energéticos y económicos, dieron carpetazo a los elementos tradicionales cargados de posibilidades bioclimáticas, tan necesarias hoy en día. Todo se ha sustituido por una comodidad y confort occidentales basada en el consumo. Sólo se ha mantenido la estructura familiar cerrada.


 
Falsos barjeel. Se aprecia por su transparencia, ya que no llevan el doble muro en aspa del interior

A pesar de ser de uso relativamente reciente, no llegan a los 150 años, los captadores de viento forman el perfil de la ciudad, hasta el punto de introducirlos como falsos barjeel en construcciones actuales. Desde el canal, si se mira hacia el barrio de Al-Ras, se puede ver el “skyline” de la ciudad, con las torres históricas y las falsas.



Cruzando el canal de Dubái

El barrio de Al-Ras se creó en el siglo XIX cuando la población se trasladó desde Bur a causa de la propagación de enfermedades contagiosas. Es un barrio muy activo, sobre todo en el área de Deira, donde se juntan emigrantes con familiares de los jeques, zocos tradicionales y mezquitas, que mezclan el perfil de sus minaretes con el de las torres de viento. Al estar situado sobre el brazo de tierra que se forma con el gran meandro del canal, su perfil se manifiesta claramente al navegar por el agua.

Como se trata de un barrio que recibió mucha inmigración, la decoración de las casas muestra detalles más propios de otras regiones del Golfo que del propio Dubái.


Torres de viento del barrio de Al-Ras, vistas desde el canal.

En este barrio las casas de interés con torres de viento son las de Sayed Ibrahim Sayed Abdullah y  de Matar Bin Mosbeh Al-HayRas, ambas con una torre nada más.

La casa de Sayed Ibrahim Sayed Abdullah es la más antigua, de finales del siglo XIX. Como en la mayor parte de estas construcciones, ésta es un ejemplo de una edificación que fue creciendo con el paso de los años, no sólo por las necesidades de la familia, sino por el cambio de estatus social de su propietario, que pasó de ser un humilde comerciante, que disponía de poco menos que unas chozas en torno a un patio, a un rico mercader de perlas que le llevo a construir una gran mansión. El paso siguiente fue su abandono en manos del petróleo. Actualmente es también un museo.

Si se hace un estudio tipológico de las construcciones tradicionales de Dubái se puede apreciar que no se puede hablar de una sola tipología, sino de que hay una gran variedad de modelos. Es cierto que conservar elementos comunes fundamentales, como los barjeel, las torres de viento, pero varían en el número, de una a cuatro, y el número de aberturas en las caras, de una a seis.


  Foto de torres de una boca, dos y tres huecos verticales por cara

Todas tienen un patio interior, pero cambia el tamaño, de muy pequeño a muy grande, la proporción con la parte construida y su ubicación con relación a ella, a veces completamente interior en otras abierto a la calle por varios lados. También cambia su forma de ser perfectamente cuadrada a absolutamente irregular. En el número de plantas hay poca variedad pues van de una a dos nada más.

El iwan es común en todas, como zona de estancia de mujeres o para dormir en verano, pero cambia de ubicación y forma de protegerlo de la radiación solar, casi siempre con un elemento decorativo diferenciador, columnatas o arcadas. Cambia también el número de estas galerías; puede ser sólo una a ser hasta cinco independientes.

Incluso en los huecos hacia el exterior hay cambios, ya que aunque casi nunca aparecen, algunas tienen ventanas en la planta alta para poder tener vistas. Sin embargo todas tienen terraza plana con un alto peto para poder dormir allí en verano.

El motivo de estas diferencias se debe encontrar en que son casas urbanas, condicionadas por la estructura del barrio y el tamaño del terreno, y porque son casas de adición, construidas poco a poco según cambiaban necesidades y posibilidades económicas.

Algunas de estas torres de viento se han aplicado en construcciones nómadas o ligeras. Aunque la inercia térmica de la torre ayuda a mantener más tiempo el frescor del aire entrante, no parece imprescindible. Pude ver torres de viento hechas de tela, colocadas sobre construcciones de hoja de palma, y torres también de la propia hoja de palma en los barasti. Aunque ha quedado claro que los barjeels no son originarios de Dubái y llegaron relativamente tarde, en estos ejemplos con palma y tela pude ver como los adaptaron rápidamente a alguno de sus hábitos constructivos para cubrir también sus necesidades básicas, como su desmontaje llegado el invierno, dada la ligereza de sus materiales y la sencillez del montaje.

Las torres de viento textiles se pueden desmontar con facilidad y transportase si sus propietarios lo precisan. Al ser de tela se pueden humedecer directamente para reducir la temperatura del aire en un par de grados cuando baje. Al ser estructuras sencillas, el barjeel se coloca directamente sobre el espacio principal de la tienda o la choza.

 Éste es un barjeel de tela sobre una cabaña de hoja de palma


Desde el interior se puede ver como también está dividido en cuatro por un aspa de tela

  

Como en los barjeel macizos, su arranque baja para acercarlo lo más posible a la zona ocupada de la habitación. En su base llegue a medir 1 m/s de velocidad del aire

La falta de recursos agudiza la imaginación y permite aprovechar los recursos con sistemas creativos y originales, como las torres de viento. El dinero y la abundancia de energía lleva a mega construcciones, como la torre Khalifa, que se deben acondicionar con recursos convencionales que acabarán por agotarse, incluso allí. Pero no solo la energía, sino también el dinero. Hace poco leía en el periódico que un gigantesco hotel/casino en Atlanta, Las Vegas de la costa este, una mega obra  apoyado por el alcalde, tenía que cerrar porque no podían hacer frente al mantenimiento.

Que pena que entre la situación endeble, por la precariedad de la calidad de vida, del principio, y la insostenible de la actualidad, no hayan tenido tiempo para crear nuevas estructuras y dispositivos sostenibles más eficientes. Creo que habrían sido capaces de ello.