miércoles, 24 de septiembre de 2014

CAPTADORES DE VIENTO EN EL DESIERTO

Al llegar a Dubái lo primero que me impactó no fue el clima, a pesar de que las temperaturas pueden superar los 50 ºC. Lo que impacta es el lujo y, en cierto modo, la modernidad. El aeropuerto olía a dinero, no voy a decir que a buen gusto, pero sí a cierto refinamiento. Incluso el personal de inmigración que me atendió, vestido con un impecable ropaje tradicional blanco, sin una arruga, mostraba bajo la manga unos impresionantes gemelos de oro.

La autopista que me llevó a la ciudad, una de las tres de circunvalación, tiene 6 vías por sentido, limpias y rectas, por las que circulan coches de súper lujo. Está bordeada de edificios singularísimos, uno de ellos, a lo lejos, entre la bruma y el polvo del desierto, era el Burj Khalifa.

Dubái es uno de los siete emiratos que forman parte de los Emiratos Árabes Unidos. Los otros son Abu Dabi, el mayor y más rico, Ajmán, Fayaira, Ras Al-Jaima, Sharjah y Umm Al-Qaywayn. Constituyeron el estado tras su independencia como protectorado británico en 1971. El jefe de estado es un presidente que siempre es el jeque de Abu Dabi. Dubái es el segundo emirato en importancia y el que junto con Abu Dabi tiene petróleo.

Dubái en origen no eran otra cosa más que un pequeño asentamiento nómada vinculado a un próspero puerto que servía de escala en el trayecto entre Europa y la India, y que básicamente  vivía de la extracción de perlas. En 1833, el clan de los Al-Maktum se separó de Abu Dabi para formar un emirato independiente, y así surgió Dubái. Pero tanto este emirato como los limítrofes inmediatamente firmaron un acurdo con el Reino Unido que los convertía en protectorado y los protegería de este modo del Imperio Otomano, en plena expansión. Lawrence de Arabia, el famoso militar británico Thomas Edward Lawrence, apoyó desde dentro la lucha de las tribus de la península Arábiga contra los turcos, y la película de David Lean lo llevo a la popularidad.

Enseguida me di cuenta de que en Dubái todo gira en torno a los jeques, y que a pesar de ser una monarquía constitucional, todo depende finalmente de ellos; hay un gran espíritu de dependencia paternalista. En Dubái son enormemente clasistas, y la población extranjera, ampliamente mayoritaria con respecto a la autóctona, no tiene los mismos derechos, mientras que los autóctonos disponen de todos los recursos y tienen cubiertas todas sus necesidades . Como decía, Dubái es una monarquía constitucional, y en uno de sus artículos señala la igualdad de todos los hombres independientemente de su nacionalidad, lo que está por ver.

La sociedad dubaití está muy jerarquizada, por no decir de ella que es clasista. En el escalón superior está el jeque y toda su familia. Más abajo se encuentran los que tienen nacionalidad dubaití, entre los que ni siquiera se encuentran los nacidos en Dubái de mujeres dubaities si el marido es extranjero; no ocurre igual si el hijo es de hombre de Dubái y mujer extranjera, en ese caso si tiene la nacionalidad. Después están los extranjeros, cuyo escalón inferior lo ocupan los emigrantes que van a trabajar en la construcción, filipinos, bangladesís, indios y paquistanís.

La omnipresente imagen del jeque. La familia del jeque no sólo se ve en carteles sino en persona conduciendo sus coches; se distingue porque las matrículas van del 1 al 10. Yo vi el 3.

A pesar de la modernización del país, todavía se puede ver en Dubái arquitectura tradicional, la mayor parte de ella recuperada, reconstruida y rehabilitada, para dotar a estas tierras de un patrimonio cultural del que carecen en comparación con otros estados limítrofes. Esa arquitectura tradicional es muy básica, en cierta medida común con la de todos los países de clima cálido seco y cultura islámica. Se conservan edificios públicos, viviendas y construcciones defensivas. En las viviendas, que por otro lado son muy variadas de tamaño, estructura y decoración, según la clase social de sus propietarios, se encuentran las torres de viento que pretendía ver.

Hoy en día quedan muy pocas en funcionamiento real, ya que el dinero, el petróleo y la energía ha cambiado la mentalidad de los propietarios originales. Las que se pueden encontrar funcionando están en edificios ocupando por un estamento de la población no autóctona, sin recursos para usar aire acondicionado.

Antes del petróleo, que se empezó a extraer en 1966, todos estos emiratos eran tierras pobres, muy pobres, y sus construcciones y pueblos respondían a esa escasez de recursos. En Dubái, en esos años, las calles no estaban asfaltadas y había escasez de agua potable¸ incluso hasta los años 70 no tuvieron electricidad. Pero las ciudades respondían a esa escala pequeña, a los materiales locales, piedra, tierra y madera de palma, y a la estructura clásica de calles estrechas de las medinas. Pero como también eran nómadas además de comerciantes, algunas de sus construcciones eran desmontables y efímeras. Esas construcciones se llaman barasti, y estaban hechas de hoja de palma y pensadas para durar como máximo cinco años. En esas construcciones también se montaban torres de viento.



Ejemplo de un barasti



Como en todos los casos que he estudiado de arquitectura popular, aquí también los edificios están determinados por el clima y los materiales locales, con las influencias sociales y económicas de sus ocupantes, es decir, su cultura.


  Detalles constructivos de un barasti hecho de cañas, con el atado de las cañas para crear los techos y las paredes. Aunque las cubiertas no son tan gruesas como en otras partes del mundo donde también se emplean cañas, aquí, la poca lluvia justifica su menor espesor

En este caso concreto su clima es terriblemente extremo, sobre todo en verano. Durante el estío se llega regularmente a los 50 ºC, algo brutal. Durante el tiempo que permanecí en Dubái se superaron tranquilamente los 40 ºC, con una naturalidad pasmosa, casi sin darte cuenta. Pero también con algo sorprendente, una humedad altísima. Dubái está en la costa, y la brutal radiación provoca una potente evaporación del agua del mar que genera una humedad superior al 95% en ciertos momentos del día, al amanecer fundamentalmente. Luego se reduce según transcurren las horas, pero no baja del 70%. Diferente es si te desplazas hacia el interior del emirato, hacia el desierto, donde no se alcanzan esas humedades, al contrario, serán  muy bajas.

En la costa, el único material sólido con el que pueden construir es la piedra que sacan de los arrecifes de coral. Como es lógico este material es muy poroso lo que le confiere una capacidad aislante que no tiene una piedra compacta. Los muros, que son muy gruesos,  realizados con este material ofrecen por ello un gran aislamiento térmico, con transmitancias térmicas por debajo de uno, pero también con una gran masa térmica.  

 Grueso muro  de piedra porosa de coral sin recubrimiento

Como la estructura urbana es la propia de las medinas, de casas arracimadas y separadas por estrechos callejones, el soleamiento sobre las fachadas es reducido. Naturalmente no hay huecos hacia el exterior, todos dan hacia el patio interior, y si hay alguno estará protegido por una celosía muy compacta. Con todo ello se minimiza el calor que podría pasar desde el exterior hacia los locales habitados, pero ya se sabe que algo atravesará los muros y que la actividad interior, que genera calor, provocará finalmente el sobrecalentamiento interior, es  decir más temperatura dentro que fuera, si no se remedia con la ventilación.

Por todo ello, los ocupantes de estas casas dormían con frecuencia en la terraza, ya que por la noche la temperatura puede llegar a bajar ocasionalmente de los 30 ºC. Por ese motivo el peto de las viviendas es bastante alto, en parte para dotar de intimidad, en parte por seguridad. Dadas las altas temperaturas es la única zona de la casa suficientemente fresca para dormir, ya que en el interior se acumula el calor del día.



Plataforma para dormir en el exterior en un barasti

Por ese motivo se incorporaron las torres de viento, como un dispositivo capaz de introducir en los dormitorios el aire de la noche y evitar que tuvieran que dormir fuera del edificio.

Las torres de viento, o barjeel, surgieron en Persia, formando parte de una tradición de estrategias bioclimáticas con cinco mil años de antigüedad. Sin embargo su presencia en este emirato es mucho más reciente. Un grupo de comerciantes persas se instalaron en el barrio Al-Bastakiya a finales del siglo XIX. Construyeron sus casas con la tradicional torre de viento persa, introduciéndola con facilidad en la cultura local y haciendo que formara parte natural del paisaje dubaití. De allí se extendieron a otras zonas del Golfo Pérsico.

Las viviendas donde se montan estas torres están condicionadas por los recursos locales. Sus habitaciones tienen una anchura limitada por la longitud de los troncos que se utilizan para hacer la cubierta plana, entre 3 y 4 m nada más. Son troncos de madera de manglar traída de la india, ya que en Dubái, por su clima, no abunda la madera dura.

La estructura interior es la típica de las viviendas islámicas, delimitando claramente lo público de lo familiar, con una zona semipública. Lo más privado es el patio, y también lo más cuidado, como puede ver al comparar el trabajo y decoración de sus fachadas interiores frente a las paredes exteriores, sobrias y sin ningún aditamento. Igual ocurre con las ventanas, ausentes casi por completo en la fachada exterior, por un tema de intimidad, pero también claramente por vocación bioclimática de protección solar.

En el patio, donde se realiza la vida familiar, cobra importancia la galería de la primera planta que conecta las diferentes habitaciones, llamada liwan o iwan; este espacio actúa de tránsito entre los dormitorios y el espacio abierto del patio, pero sobre todo sirve para sombrear los huecos, que ahora sí aparecen en esta fachada interior.  Hacia el patio da una columnata o una arcada, que sombrea la galería y lo convierte en un espacio semiabierto. Como tiene la anchura necesaria para asegurar ese sombreamiento, es suficientemente grande como para hacer vida en ella, sobre todo las mujeres; es como una logia. Es tan importante en el funcionamiento de los edificios, que hasta algunas mezquitas la utilizan como zona de rezo en verano.

  

Foto de un iwan muy sencillo, sin casi protección en el peto, y otro es esquina más cerrado

Pero el elemento bioclimático más llamativo es el ya mencionado barjeel, que literalmente quiere decir “captador de viento”. Aunque el modelo más sencillo es de una simple boca, como el malkaf que se puede ver en Egipto, los desarrollados en la región del Golfo son de múltiples bocas. La diferencia radica en que los sistemas de una boca sólo podrán captar el viento cuando sopla en la dirección del hueco, mientras que los que tienen múltiples bocas, mirando a todas las orientaciones captan el viento, sople por donde sople, y venga de donde venga.  Estructuralmente están divididas en cuatro zonas mediante dos muros verticales que van de esquina a esquina y se cruzan en el medio formando un aspa. El  viento entrará por los huecos verticales exteriores, chocará contra la pared del muro que se encuentre enfrente y penetrará por el canal correspondiente. Esos huecos exteriores están decorados con paneles de yeso en su borde superior, que se convierten en su seña de identidad. Ese panel de yeso ayuda a canalizar el aire hacia abajo y evita que salga  de nuevo hacia el exterior. El número de esos huecos verticales puede variar; lo normal es de dos a cuatro por cara, pero pueden ir de uno hasta seis.


Torre de viento de tres huecos verticales y una decoración de tréboles

A veces la gente tiende a confundirlos con chimeneas solares o térmicas, por las que sale el aire caliente del edificio. No, en este caso se trata de captar el viento exterior para aprovechar su movimiento como una estrategia para que el cuerpo pierda calor y se sienta reconfortado, y, al tiempo, se elimine el aire sobrecalentado del interior al generar sobrepresión dentro de la casa. Si no hay viento no funcionan, y si el aire es muy caliente el resultado no es muy efectivo. Eso no quiere decir que cuando no sopla nada de viento las torres de viento no puedan funcionar espontáneamente como chimeneas térmicas, aunque esa no sea su función.


Torre de viento de dos aberturas por cara

Al entrar a la torre, la velocidad del aire se incrementa ligeramente por efecto venturi al introducirse en alguno de los canales verticales, aunque no sean especialmente estrechos. Interiormente el canal no termina a ras de techo, sino que cuelga hasta una altura ligeramente superior a la altura media de una persona, para que el efecto del aire sea más directo.

Las torres de viento se construyen habitualmente con la piedra extraída de los arrecifes de coral, pero también con madera, y más singularmente, cuando se usa en construcciones nómadas, con tela. Cuando las paredes son de piedra o de tierra, al tener una gran masa, acumulan frescor durante su funcionamiento nocturno, lo que permite que el primer aire caliente de la mañana lo absorban las paredes. Son de planta cuadradas y tienen un altura sobre el nivel del suelo de 12 a 15 m en edificios de dos plantas, o de 8 a 11 m en construcciones de una planta; cuanto más altas sean más rápido es el viento que captarán y más confort proporcionarán a los ocupantes. Por ejemplo, el viento se mueve un 30% más rápido a 15 m de altura que a 5 m.

Los huecos verticales de las torres pueden cerrarse cuando sea necesario. Puede que lo sea cuando el aire viene muy cargado de polvo o arena, o en invierno, pero también cuando el aire está muy caliente, más caliente que el cuerpo, en cuyo caso no genera ninguna sensación de frescor, sino de más calor. Parte de ese problema lo resuelve la masa térmica de las torres y la presencia de agua en ellas.

El muro exterior de la torre es de carga, realizado con columnas de piedra del arrecife. La esbeltez de estas columnas y de las torres en su conjunto, las convierte en muy inestables, por lo que se refuerzan con una estructura de palos de madera. Estos palos, también de madera de manglar, sobresalen de la torre dándole una imagen muy característica.

Imagen de una torre con el refuerzo de palos sobresaliendo de las columnas

¿Pero sólo por eso? Hay varios motivos más, el primero es para que actúen de andamios que permitan el mantenimiento de la fachada, ya que la fachada tiene un recubrimiento de barro encalado que debe reponerse regularmente. El segundo motivo es que les sirve para colgar telas empapadas de agua de modo que cuando el viento tiende a introducirse por el canal vertical de la torre se enfría al evaporar agua y se limpia en parte del polvo del desierto.

Con ese complemento evaporativo se entiende mejor su funcionamiento. Si bien es cierto que están pensadas para usarlas durante las noches, cuando la gente duerme bajo ellas en lugar de tener que desplazarse a las terrazas, al enfriarse el aire por ese proceso evaporativo se pueden usar durante más horas del día.

A la entrada del canal de Dubái, realmente una ría, se encuentra el barrio de Shindagha, una estrecha franja de tierra con vistas al Golfo Pérsico. En los momentos de su formación, los barrios respondían a la actividad de sus ocupantes y no había grandes diferencias sociales entre los supuestos ricos y los auténticos pobres. Allí se mantienen varia casas con torres de viento, las casas de Saeed Bin Maktoum Al-Maktoum, con cuatro torres de viento, de Obaid y Jumaa Bin Thani Al-Maktoum, con una torre, de Hasher Bin Maktoum Al-Maktoum, con una torre, y de Moza Saeed Al-Maktoum, con una torre; todas de miembros de la familia Al-Maktoum, la del jeque gobernante en Dubái. Como se ve, las torres de viento eran elementos diferenciadores de calidad con el resto de la población, antes de disponer de aire acondicionado. El barrio de Shindagha se convirtió en una zona importante de Dubái al construirse en él mezquitas, edificios de la administración y educacionales.

Todas estas casas son de dos plantas, con la planta baja cerrada al exterior, como es tradicional, pero con huecos en la superior, más protegida de las vistas. Su terraza permite tener vistas al canal y al golfo, y las torres de viento, por encima de la terraza aprovechan las brisas de aire que circulan entre ambas masas de agua. No cabe duda de que por la ubicación del barrio el aprovechamiento del viento es máximo.

Tuve la oportunidad de entrar en la casa del jeque Saeed Al-Maktoum, hoy convertida en museo, para apreciar de primera mano su estructura, características y funcionamiento. Este jeque gobernó Dubái entre 1912 y 1958, y mandó construir la residencia en 1896, probablemente una de las primeras del barrio y el edificio más grande e importante, ya que en su momento no solamente fue la residencia del jeque, sino también el edificio de la administración.

Tiene varia alas independientes, una para cada hijo del jeque. Con ellas se forma el tradicional patio interior. Estos patio, y éste en particular, son en general más grandes que los de las casas de las medinas africanas.




Imágenes exteriores de la casa del jeque

  
Planta

 Torre de viento de la esquina NE, con dos huecos por cara

 Torres de viento del ala SO, con tres huecos por cara

La propia estructura del edificio es común en todas las sociedades islámicas.  Dubái se debate entre la ley islámica, la sharia, y un cierto intento de modernización social. No ocurre como en Arabia Saudí, aquí los visitantes occidentales pueden vestir y moverse como en cualquier otra parte del mundo; el turismo de lujo se está convirtiendo en el sustituto de un petróleo que se acaba. Sin embargo, la población local viste de una forma tradicional, ellos con su kandora blanco y su turbante, y ellas con su abaya negra. Los colores blancos y negro de sus ropas responden a esa origen pobre de sus gentes que no podían teñir las telas y las debían usar con sus colores crudos. Las mujeres cubren su cabeza en ocasiones sólo con un hiyab, que les cubre sólo el pelo, pero en otras con burkas que les tapa toda la cara.



Torres de viento de la casa del jeque Moza Bin Saeed Al-Maktoum, dando al golfo

En el barrio de Al-Bastakiya se conservan las casas de Mohammed Saleh Fikree, con una torre de viento, de Abdul Rahman Frouq, con dos torres, de Mir Abdul Wahid Mir Ali Amiri, con dos torres, de Mohammed Sherif Al-Olama, con dos torres, de Abdullah Mohammed Al-Bastaki, con una torre, de Abdul Qader Rasshidi, con una torre, y de Mir Abdullah Amir, con una torre, todas ellas casas de prósperos comerciantes.

A la izquierda se ve una torre con un solo hueco por cara. A la derecha se ve el contrasentido de una torre junto a un equipo de aire acondicionado.

El barrio de Al-Bastakiya, que se sitúa al sur del canal,  llegó a concentrar el mayor número de casas con torres de viento de todos los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, hacia 1925, se produjo un desplazamiento de los comerciantes hacia el zoco lo que provocó la recesión en el barrio y el deterioro de sus construcciones. A mediados del siglo XX se empezaron a demoler muchas de las casas del barrio para sustituirlas por otras más modernas y confortables, pero en 1995 se logró comenzar con la rehabilitación y reconstrucción de estas estructuras históricas, patrimonio popular del emirato y de la humanidad.

La vivienda de Abdul Qader Rasshidi es hoy en día la sede de la Sociedad de Patrimonio Arquitectónico de los Emiratos Árabes Unidos. Buscar nuevos usos a estos edificios tiene, por un lado, la clara intención de mantenerlos vivos, pero por otro demuestra que no se pretende que sigan funcionando como viviendas, cuando la tecnología que aporta el petróleo supera las posibilidades de su funcionamiento. La mayoría de estas casas fueron abandonadas en la década de 1970, momento en el que empezaron a modernizarse las casas en Dubái.

Viendo estas casas y las modernas autopistas me entran ganas de decir que tradición y modernidad conviven, pero no es así. Hasta hace 40 años no tenían electricidad, pero con la explotación del petróleo y los nuevos recursos energéticos y económicos, dieron carpetazo a los elementos tradicionales cargados de posibilidades bioclimáticas, tan necesarias hoy en día. Todo se ha sustituido por una comodidad y confort occidentales basada en el consumo. Sólo se ha mantenido la estructura familiar cerrada.


 
Falsos barjeel. Se aprecia por su transparencia, ya que no llevan el doble muro en aspa del interior

A pesar de ser de uso relativamente reciente, no llegan a los 150 años, los captadores de viento forman el perfil de la ciudad, hasta el punto de introducirlos como falsos barjeel en construcciones actuales. Desde el canal, si se mira hacia el barrio de Al-Ras, se puede ver el “skyline” de la ciudad, con las torres históricas y las falsas.



Cruzando el canal de Dubái

El barrio de Al-Ras se creó en el siglo XIX cuando la población se trasladó desde Bur a causa de la propagación de enfermedades contagiosas. Es un barrio muy activo, sobre todo en el área de Deira, donde se juntan emigrantes con familiares de los jeques, zocos tradicionales y mezquitas, que mezclan el perfil de sus minaretes con el de las torres de viento. Al estar situado sobre el brazo de tierra que se forma con el gran meandro del canal, su perfil se manifiesta claramente al navegar por el agua.

Como se trata de un barrio que recibió mucha inmigración, la decoración de las casas muestra detalles más propios de otras regiones del Golfo que del propio Dubái.


Torres de viento del barrio de Al-Ras, vistas desde el canal.

En este barrio las casas de interés con torres de viento son las de Sayed Ibrahim Sayed Abdullah y  de Matar Bin Mosbeh Al-HayRas, ambas con una torre nada más.

La casa de Sayed Ibrahim Sayed Abdullah es la más antigua, de finales del siglo XIX. Como en la mayor parte de estas construcciones, ésta es un ejemplo de una edificación que fue creciendo con el paso de los años, no sólo por las necesidades de la familia, sino por el cambio de estatus social de su propietario, que pasó de ser un humilde comerciante, que disponía de poco menos que unas chozas en torno a un patio, a un rico mercader de perlas que le llevo a construir una gran mansión. El paso siguiente fue su abandono en manos del petróleo. Actualmente es también un museo.

Si se hace un estudio tipológico de las construcciones tradicionales de Dubái se puede apreciar que no se puede hablar de una sola tipología, sino de que hay una gran variedad de modelos. Es cierto que conservar elementos comunes fundamentales, como los barjeel, las torres de viento, pero varían en el número, de una a cuatro, y el número de aberturas en las caras, de una a seis.


  Foto de torres de una boca, dos y tres huecos verticales por cara

Todas tienen un patio interior, pero cambia el tamaño, de muy pequeño a muy grande, la proporción con la parte construida y su ubicación con relación a ella, a veces completamente interior en otras abierto a la calle por varios lados. También cambia su forma de ser perfectamente cuadrada a absolutamente irregular. En el número de plantas hay poca variedad pues van de una a dos nada más.

El iwan es común en todas, como zona de estancia de mujeres o para dormir en verano, pero cambia de ubicación y forma de protegerlo de la radiación solar, casi siempre con un elemento decorativo diferenciador, columnatas o arcadas. Cambia también el número de estas galerías; puede ser sólo una a ser hasta cinco independientes.

Incluso en los huecos hacia el exterior hay cambios, ya que aunque casi nunca aparecen, algunas tienen ventanas en la planta alta para poder tener vistas. Sin embargo todas tienen terraza plana con un alto peto para poder dormir allí en verano.

El motivo de estas diferencias se debe encontrar en que son casas urbanas, condicionadas por la estructura del barrio y el tamaño del terreno, y porque son casas de adición, construidas poco a poco según cambiaban necesidades y posibilidades económicas.

Algunas de estas torres de viento se han aplicado en construcciones nómadas o ligeras. Aunque la inercia térmica de la torre ayuda a mantener más tiempo el frescor del aire entrante, no parece imprescindible. Pude ver torres de viento hechas de tela, colocadas sobre construcciones de hoja de palma, y torres también de la propia hoja de palma en los barasti. Aunque ha quedado claro que los barjeels no son originarios de Dubái y llegaron relativamente tarde, en estos ejemplos con palma y tela pude ver como los adaptaron rápidamente a alguno de sus hábitos constructivos para cubrir también sus necesidades básicas, como su desmontaje llegado el invierno, dada la ligereza de sus materiales y la sencillez del montaje.

Las torres de viento textiles se pueden desmontar con facilidad y transportase si sus propietarios lo precisan. Al ser de tela se pueden humedecer directamente para reducir la temperatura del aire en un par de grados cuando baje. Al ser estructuras sencillas, el barjeel se coloca directamente sobre el espacio principal de la tienda o la choza.

 Éste es un barjeel de tela sobre una cabaña de hoja de palma


Desde el interior se puede ver como también está dividido en cuatro por un aspa de tela

  

Como en los barjeel macizos, su arranque baja para acercarlo lo más posible a la zona ocupada de la habitación. En su base llegue a medir 1 m/s de velocidad del aire

La falta de recursos agudiza la imaginación y permite aprovechar los recursos con sistemas creativos y originales, como las torres de viento. El dinero y la abundancia de energía lleva a mega construcciones, como la torre Khalifa, que se deben acondicionar con recursos convencionales que acabarán por agotarse, incluso allí. Pero no solo la energía, sino también el dinero. Hace poco leía en el periódico que un gigantesco hotel/casino en Atlanta, Las Vegas de la costa este, una mega obra  apoyado por el alcalde, tenía que cerrar porque no podían hacer frente al mantenimiento.

Que pena que entre la situación endeble, por la precariedad de la calidad de vida, del principio, y la insostenible de la actualidad, no hayan tenido tiempo para crear nuevas estructuras y dispositivos sostenibles más eficientes. Creo que habrían sido capaces de ello.