lunes, 12 de octubre de 2015

EL MUNDO FLOTANTE DE LOS UROS

Como en tantas otras veces, aproveché un viaje al que me habían invitado para dar unas conferencias en Arequipa, para recorrer otras zonas del país y en este caso estudiar de primera mano las casas tradicionales de los uros.

Mi destino inicial desde Madrid era Lima. El aeropuerto de Lima, el aeropuerto internacional Jorge Chávez, está en Callao, el que fuera uno de los puertos más importantes de la América colonial, asaltado por corsarios ingleses y holandeses, pero siempre fortificado y rocoso.

Callao está sólo a 15 kilómetros de la capital, pero a las seis de la mañana, la hora local a la que llegué, el tráfico ya era muy denso. La vida en Perú se hace con el sol y no varía excesivamente con las estaciones, va de 6:00 a 6:00.

Aunque en Perú se habla español, las lenguas autóctonas son también oficiales. El quechua, por ejemplo, lo hablan más de tres millones de personas, un 10% de la población total, según me fue contando el taxista, mientras nos acercábamos a la capital. Hablar con los taxistas es siempre un lujo. No tienes por qué estar de acuerdo con ellos, recuerdo una conversación con uno en Santiago de Chile que consideraba que la educación no debía ser gratuita, pero son siempre la historia real y viva del lugar, y una fuente de información que no encuentras en los libros.

Al llegar a Lima comprobé que el cielo estaba completamente cubierto por un manto gris. No se veía ni el cielo ni el sol. Parece ser que se mantiene de ese modo durante ocho de los doce meses del año, creando un ambiente plomizo, pesado y depresivo. Lo llaman “panza de burro” y les sorprendió cuando les dije que también en España lo llamábamos así.  Los conquistadores llamaban por eso a Lima “la gris”. Las coloridas fachadas que veía eran sin duda un intento de contrarrestar ese ambiente tristón.

A pesar de tener el cielo casi permanentemente cubierto no llueve, lo que permite que se forme una capa de polvo sobre los edificios, en los vidrios y las paredes, con lo que pierden parte de su color. Curiosamente se deposita sobre las medianerías formando unas olas de suciedad que crean imágenes y dibujos inquietantes. Sin embargo, tanto el centro histórico en torno a la Plaza Mayor, como el emblemático y moderno barrio de Miraflores, estaban relativamente limpios.

Lima no es una ciudad bonita. La masificación incontrolada nunca ayuda, y actualmente el 30% de la población de Perú reside en ella. Su llegada se ha producido en avalanchas, como en tantos otros lugares, dando lugar a un desorden urbanístico notable y a un gran número de personas sin trabajo definido. La contaminación y la inseguridad tampoco ayudan a mejorar su imagen. Vi muchos locales y accesos a viviendas blindados por rejas hasta el techo. El peruano Salazar Sebastián Bondy la llamó “Lima la horrible”, y el premio Nobel Vargas Llosa dijo que “si se vive en Lima hay que acostumbrarse a la miseria y a la suciedad, o volverse loco, o matarse”. Yo creo que ambos exageran y estaba dispuesto a sacar lo mejor de esta puerta a Perú que para mí iba a ser Lima. Estaba muy interesado en el centro histórico y en sus edificios con sus famosas galerías, abiertas o cerradas, a las que llaman “balcones de madera”.

La fundación de Lima surgió porque Pizarro, a pesar de que ya había apaciguado Cuzco, la capital del imperio que se encontró al llegar, consideró que tener una población más cercana al mar facilitaría el comercio. Eso le llevó a fundar la nueva ciudad en 1535.
 
Como iba a estar poco tiempo hice primero un periplo por las zonas más interesantes de la ciudad, por supuesto por el moderno y elegante barrio de Miraflores. Allí, lo primero que vi fue la Huaca Pucllana, que es un sitio arqueológico, dominado por una gran pirámide de adobes. Probablemente fue construida en los primeros siglos de nuestra era, durante la cultura Lima, que se desarrolló entre el 200 y el 700 dC, aunque tuvo su apogeo hacia el siglo V. Durante el periodo de la cultura Huari, del 800 al 900 dC, se produjo una gran transformación; parece ser que durante esa época se desmochó la pirámide para convertir la plataforma superior en un cementerio para las clases dirigentes. El conjunto no lo formaba sólo la pirámide, que llegó a alcanzar los 25 metros de altura, sino que con el paso del tiempo se fueron añadiendo otras construcciones dando lugar a patios y plazas.

La técnica constructiva empleada consiste en colocar los adobes en posición vertical con el mortero de barro en la base y en la parte superior dejando a los lados pequeños espacios vacíos. El aspecto que daba era el de libros en una estantería. Por ese motivo se llama a esta forma de construir “técnica del librero”.

  Pirámide de Huaca Puclla
De allí me desplacé al centro histórico, que gira en torno a la Plaza Mayor, la antigua Plaza de Armas. Hace poco tiempo era una zona muy peligrosa de la ciudad por la que no se podía caminar, pero hoy en día ha mejorado mucho en ese aspecto. La plaza es regular, clara y atractiva, con edificios emblemáticos en sus laterales: la Catedral, el palacio Arzobispal, el palacio de Gobierno, el Ayuntamiento. Muchos de esos edificios están adornados con sus famosos balcones de madera.

Los “balcones de Lima” fueron construidos tanto en el periodo virreinal como, ya después de la independencia, en el periodo de la República. La mayor parte se encuentran en el centro histórico y en parte sirvieron para que la UNESCO declarara al centro histórico como Patrimonio de la Humanidad. 

Calle de Lima con una sucesión de balcones de madera
Los primeros que se construyeron en las casas limeñas, durante los siglos XVI y XVII, fueron abiertos y ocupando prácticamente todo la fachada. Son muy sencillos porque sólo cuentan con el peto y un tejadillo que hacía de cubierta. Su anchura sólo permitía que entrara una silla, una vara y cuarta de anchura según las ordenanzas, pero como eran muy largos parecen corredores. Se convirtieron en elementos de sombra de los huecos de la propia galería y de los que estuvieran debajo.


Tres balcones: el de la izquierda es un balcón abierto pequeño y los dos siguientes son cerrados


Balcón abierto en galería

Durante el siglo XVII se empezaron a hacer cerrados, con forma de cajón. Partiendo de las galerías abiertas construidas hasta entonces se fueron cerrando con vidrios, con celosías o con elementos de madera. Imagino que esa trasformación aporta como mejora bioclimática a su funcionamiento el aislamiento térmico de ese espacio tapón. Pueden tener el aspecto de miradores, cuando son pequeños, a estos se les llama “balcones de cajón”, o de galerías cuando son grandes, a veces tan grandes que ocupan toda la fachada, incluso doblando para seguir con la siguiente fachada, cuando el edifico es en esquina; estos son los “balcones largos de cajón”. A pesar de este cambio fundamental, estructuralmente mantuvieron las mismas características que los anteriores.
 

Balcones cerrados de cajón

Balcones de madera cuidadosamente trabajados en la sede arzobispal, al lado de la Catedral
La mayoría de ellos, al menos los que tuve ocasión de ver, estaban muy cuidados y bien mantenidos gracias a que el Ayuntamiento promovió un programa dentro del Plan de Recuperación del Centro histórico de Lima para devolverlos a su estado original.



Balcones largos de cajón


   Balcones en esquina. El primero tiene las estructura de cajón largo y el segundo de cajón sencillo
Al día siguiente cogí un avión con destino a Arequipa. Al llegar me estaban esperando en el aeropuerto porque ya me habían organizado actividades para ese día. En realidad tenía que haber empezado ya el Congreso que habían organizado para celebrar el aniversario de la Facultad de Arquitectura, evento para el que me habrían invitado, pero había una huelga de mineros y tuvieron que aplazar todas las actividades. Esa huelga tenía más sentido que otra que también me coincidió con un viaje, en ese caso en Méjico. Se trató en esa ocasión de una huelga de maestros, pero no para mejorar sus condiciones laborales o de la docencia, sino porque se oponían a perder sus privilegios, entre los que se encuentran que las plazas de maestro sean hereditarias, ¡hereditarias!, porque pasan de padres a hijos aunque no tengan ninguna formación. El gobierno federal les quería hacer concurrir a pruebas de calificación y se negaban rotundamente; nos podemos imaginar cual habría sido el resultado. Más de un año después leí en la prensa que el problema seguía y que los piquetes atacaban a los maestros que querían pasar las pruebas. Lamentable.

Ese día hice un recorrido por los alrededores; me pude acercar a alguna iglesia alejada y fui a los puntos más altos de la ciudad, un mirador y una atalaya,  para tener una imagen global de la urbe. Una de las imágenes que me impactó fue ver como las colinas estaban siendo colonizadas espontánea e ilegalmente por construcciones. Las mafias se aprovechan de las gentes del campo que quieren ir a la ciudad pensando que van a mejorar sus condiciones, y les venden terrenos que no son suyos. Esa imagen es muy habitual en muchas ciudades sudamericanas, desde Río de Janeiro a Caracas, y las consecuencias que trae sobre la ciudad son siempre lamentables.

Las construcciones ilegales van subiendo por las montañas colonizando el paisaje. Aún el problema es pequeño y puede revertirse, pero no sé cómo estará en un año
Otra imagen que me impresionó fue ver como aún quedaban grandes espacios verdes de cultivo dentro del perímetro de la ciudad, rodeados de zonas urbanizadas. La imagen del valle era muy bonita pero sobre todo muy interesante, porque hoy en día se está trabajando en hacer a las ciudades autosuficientes en todos los aspectos, incluido el alimenticio, y ahí había una posibilidad. Mantener esas zonas de cultivo entre viviendas es magnífico, pero parece que están desapareciendo porque no son rentables. Claro, si se compara con la especulación del ladrillo nada es rentable. Parece  ser que no pueden sacar provecho a las tierras porque el gobierno había dado tierras a todos pero en superficies muy pequeñas y no se pueden explotar con maquinaria. Pregunté por qué no se formaban cooperativas que compartieran la maquinaria entre todos, pero parece que ya lo habían intentado y no había funcionado. Supongo que a alguien no le interesaba que funcionara. Supongo que la próxima vez que vaya a Arequipa estos espacios del fértil valle habrán menguado y en la siguiente visita tal vez hayan desaparecido.



Los campos de cultivo intercalados entre barrios de la ciudad
En los días que yo estuve la temperatura en Arequipa durante las horas de la mañana era muy estable, entre 21 y 24 ºC, con una humedad muy baja, entre el 20 y el 25%. Estos valores son casi constantes a lo largo del año, y en general es raro que suban de los 21 ºC. Sin embargo el Sol era muy fuerte, quemaba, pero cuando se ocultaba la temperatura bajaba inmediatamente a 18 ó 19ºC, llegando a estar entre 7 y 10ºC de madrugada. Es decir, un clima ecuatorial muy estable pero con una componente desértica muy alta, que hacía que bajaran tanto las temperaturas nocturnas debido a la altitud, que es de más de 2300 m.

Arequipa es pequeña en comparación a Lima, ya que no llega al millón de habitantes. Los primeros pobladores, culturas preincaicas, se encargaron de convertir aquel desierto que se encontraron en un vergel, aterrazando las tierras y controlando el agua. En 1450 los incas los derrotaron y los incorporaron a su imperio, aunque duró poco porque ese mismo año la erupción de uno de sus volcanes destruyó la ciudad y la cubrió de lava, por lo que los incas tuvieron que refundarla por completo. Pero la ciudad actual la fundó Pizarro 100 años después, tras una cerca y con 51 soldados españoles. De ahí le viene el nombre de “la ciudad blanca”.
Pared de piedra blanca típica de las construcciones en la "ciudad  blanca"

Cuando oí ese sobrenombre, lo primero que pensé es que a diferencia de “la gris”, es por la luminosidad permanece del Sol, pero no es así. La llaman la blanca porque en la época de los conquistadores se construyó un cercado en torno a la ciudad para no dejar que entraran los indígenas. Dentro sólo podían vivir los europeos de raza blanca, por lo que no era una ciudad mestiza como en el resto del país. Probablemente la idea tenga también que ver con el luminoso color blanco de los sillares de piedra volcánica con los que están construidas las fachadas.

La mayor parte del tiempo que pasé en Arequipa estuve en la Universidad. Sin embargo hubo un momento en el que me pude escapar. Cogí un taxi y me fui al centro para poder ver el Monasterio de Santa Catalina. No podía irme sin ver esta joya.


Calles y plazas dentro del Monasterio de Santa Catalina
En Arequipa hay pocos semáforos y no hay preferencias en los cruces, mejor dicho, tiene preferencia el que primero mete el morro. Eso hace que los coches vayan pegados los unos a los otros para no dejar huecos donde los otros puedan colarse. Los taxis, como no llevan taxímetro y negocian previamente la carrera, quieren llegar cuanto antes. Todo esto crea un caos permanente en el tráfico de la ciudad y una seria contaminación que seguro que afecta a la salud de los arequipeños. Yo no habría sido capaz de conducir con esa agresividad.



Acceso e interior de alguna de esas celdas, incluido un pequeño patio


Calles con marcado aroma andaluz, y no solamente por el explícito nombre que se ve de calle Sevilla. En esa mini ciudad también se crea un microclima muy especial y acogedor. La serenidad de los espacios, el silencio, la tranquilidad, el agua, la vegetación, el minimalismo de sus paredes, marcan un claro dentro-fuera
El convento es una auténtica ciudad con plazas y calles que hacen referencia a ciudades españolas: Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo. Llegó a albergar a 500 monjas y a tener una superficie de 20000 m2. Se fue construyendo según las monjas iban llegando. En esa época, el siglo XVI, las monjas eran hijas de nobles y por tanto con dinero. La dote que tenían que llevar al convento servía para construir sus aposentos, y no eran exactamente celdas. Eran apartamentos con varias habitaciones, incluidas las de las criadas, una o varias, con su cocina, y su propio patio. No eran palacios pero las condiciones que tenían eran envidiadas por cualquiera de las mujeres que vivían en la ciudad.


Espacios, esquinas, recodos con encanto, llenos de luz, sombras y colores en la ciudad convento de Santa Catalina

Lavadero con un diseño exquisito en el convento

De vuelta a la Universidad en otro taxi, volví a notar los efectos de la contaminación del aire. Por lo visto los bajos precio de los coches y el incumplimiento de la revisión obligatoria de vehículos,  ayudan a que se produzca esa contaminación. Parece ser que es más barato un pequeño soborno al funcionario de turno que pasar la revisión; con 100 soles es suficiente. Además Arequipa está en una hondonada, entre los volcanes Misti, Pichu Pichu y Chachani, lo mismo que les pasa a Méjico D.F. y Santiago de Chile, lo que dificulta la dispersión de contaminantes.


Vistas del Misti desde mi hotel

Mi hotel era sencillo pero precioso, con una habitación a nivel de un jardín con llamas y pavos reales, y con el telón del fondo del río Chily y del Misti, el volcán de referencia en la ciudad, ya que se ve desde cualquier punto de la ciudad, incluido el convento de Santa Catalina. Durante la época colonial las construcciones, incluido el propio convento, se hicieron con sillares de piedra blanca surgida de la solidificación de la lava del Misti. No es fácil separar el recuerdo de Arequipa de la imagen del volcán y de su lava blanca.

Los volcanes nos recuerdan que estamos en una zona muy sísmica. En todos los edificios hay carteles que señalan una zona segura, generalmente bajo un pórtico de la estructura. También existen esos puntos seguros en el exterior, zonas abiertas lejos de posibles derrumbes, donde pueda reunirse la gente tras abandonar el edificio. Durante mi estancia allí estaba convocado un simulacro de terremoto a nivel nacional. Me encontraba en una cafetería cuando llegó la hora. Los empleados nos invitaron a salir del local, nos reunimos en el exterior y esperamos a que pasara el tiempo fijado para volver a entrar. Se nota que se preocupan por estos procedimientos porque las edificaciones, salvo las del periodo inca, no parecían estar muy preparadas.



   Los carteles señalan sitios seguros, en el exterior en un parque, y en el interior bajo un dintel

La historia y la cultura del lugar están vinculadas curiosamente a las placas tectónicas. Concretamente se trata de la placa de Nazca, que ocupa parte del Pacífico, desde la costa occidental de Sudamérica, y la placa sudamericana. En su confluencia se produce la submisión de la placa de Nazca por la sudamericana, es decir, que la placa del Pacífico está quedando debajo de la sudamericana. Del choque de las placas surgieron los Andes y la submisión provocó que esta zona fuera extremadamente sísmica y de gran actividad volcánica. Ese choque permanente entre placas da lugar a la fragmentación de grandes masas de rocas que se desprenden y deslizan por las laderas. Las rocas fragmentadas tienen un corte muy regular debido al tipo de mineral del que están formadas, lo que a la larga ha resultado muy válido para las construcciones que luego intentan destruir los terremotos. Parte de las construcciones incaicas partirían de estas gigantescas piedras, espontáneamente  cortadas, para las que sólo hacía falta ir cogiéndolas, ajustándolas y encajándolas como en un puzle. Así al menos me lo explicó un geólogo brasileño que conocí en Arequipa. Me encantó una explicación que une la geología, las placas tectónicas, y la historia de los incas.

En Arequipa contraté un coche con conductor para ir hasta Puno, la ciudad que está a orillas del lago Titicaca. Me alegré de haberlo hecho así, y no haber intentado conducir yo, porque la carretera era muy mala y en muchos puntos del viaje a través del desierto no vi ninguna señalización. Lo más seguro es que me hubiera perdido. Le pregunté al conductor cómo se llamaba aquel desierto y me contestó que no tenía  nombre; habría sido doblemente triste perderse en un desierto sin nombre.

En muchos tramos, los laterales de la carretera estaban conformados por las grandes y pequeñas piedras resultantes de los movimientos de las placas tectónicas, prácticamente sueltas, que suelen bloquear las carreteras cuando las desplazan las lluvias de noviembre o algún pequeño temblor.

Durante el recorrido pasé por el punto más alto en el que estaríamos en el viaje, ¡4528 m!, ausencia total de oxígeno. Menos mal que iba en coche. No me quiero imaginar que habría pasado de haberse averiado el coche y haber tenido que caminar por ese desierto con tan poco oxígeno.

Cartel que anunciaba el paso del Crucero Alto, y tal alto

Finalmente llegué a Puno, la ciudad por terminar.

En Perú, hasta que una vivienda no está terminada no paga impuestos. Por lo que no hay nada más fácil que no terminar los edificios. Ponen los vidrios en los huecos y los ocupan dejando las fachadas con un aspecto de abandono tan grande que hace que la ciudad parezca un lugar en ruinas. Que fácil sería cambiar las ordenanzas y exigir los impuestos a las viviendas ocupadas, estén o no terminadas, pero la desidia o tal vez algún interés mezquino, provocan este abandono.



  Aunque parezca mentira, estas son viviendas oficiosamente terminadas y ocupadas
Y lo peor es que se trataba de la ciudad de Puno, el punto por el que tiene que pasar todo el mundo que quiere ir al lago Titicaca, uno de los lugares más turísticos y bonitos de Perú y del mundo. Da la sensación que piensan que como la gente va a seguir yendo, da lo mismo el aspecto que tenga la ciudad. Yo creo que habría que pensar al revés e intentar que esta ciudad fuera un espejo de las maravillas que luego se van a poder ver.

El hotel que tenía reservado en Puno no estaba en la ciudad, sino un poco alejado, dando al lago, con una imagen fantástica. Mi habitación estaba en un primer piso, y aunque no cargaba con las maletas, tuve que subir andando ese tramo de escalera. Allí sí que noté el mal de altura. Aunque no era el desierto, la ascensión hasta el primer piso se convirtió en una auténtica hazaña, pero lo logré. Durante todo el viaje había desayunado con un mate de coca para ayudarme a superar el problema de la altura y ya estaba casi habituado.

En los jardines que separaban al edificio del lago vi en libertad a los cuys, los conejillos de indias que comen los peruanos, para espanto de los visitantes. Corrían muy rápidamente a esconderse en sus madrigueras pero se dejaron fotografiar a cierta distancia. Cuando lo sirven en los restaurantes con la cabeza recuerda a un cochinillo y, al menos a los españoles, no tendría por qué darnos ninguna impresión. No es más amigable un conejo normal que uno de indias y hoy en día hay muchos conejos que se tienen como mascotas y otros que se comen.

A la mañana siguiente cogí un barco para recorrer las islas de los uros por el lago Titicaca. La temperatura era relativamente baja a esa hora, 12ºC, pero es la habitual porque no superan los 20ºC en ningún momento del año; es un clima frio de altura, de mucha altura.  Tampoco bajan de 8ºC en ningún momento, la alta radiación solar y la gran masa del lago se encargan de que sea así. La humedad, a pesar de estar sobre el lago, no pasaba del 40%. Mi sensación fue que para esa altitud, las temperaturas no eran tan bajas como cabría suponer,. La radiación se encarga de ello.

El lago Titicaca es el mayor lago en altura del mundo. Está a 3810 m de altitud y su profundidad media es de algo más de 100 m. Su superficie se comparte entre Perú y Bolivia. El agua que llega con las lluvias y de los cinco ríos que lo abastecen básicamente se evapora, y sólo un porcentaje pequeño se va por el río Desaguadero; qué nombre tan simbólico.

La ribera estaba cuajada de totorales. La totora es un junco del genero Typha, la Scirpus totora. Sus raíces se desarrollan en el fondo fangoso del lago, en las zonas menos profundas. Toda la que vi tenía unos 2 cm de diámetro, pero pueden llegar hasta 4 cm. Es la materia prima para la construcción de las islas, los utensilios y las embarcaciones, pero también es un alimento. La parte que queda sumergida, de un color blanco, se pela y se come; esa médula es rica en minerales, sobre todo yodo y potasio. Probé estos brotes de totora y aunque no tiene mucho sabor son de textura agradable. También tienen sílice, lo que le aporta durabilidad y resistencia mecánica.



  Totorales en el Titicaca

 La parte comestible de la totora
  Barco hecho también con totora
Al cabo de unos minutos llegamos a las islas que se ubican en la bahía de Puno. Tienen que estar relativamente cerca de la orilla, donde el lago aún no es muy profundo, porque deben anclarse al fondo. Había unas 80. Para evitar que haya auténticas invasiones de turistas, sólo tienen permitido el atraque de una embarcación cada mes.


Las islas de los uros vistas desde el lago según iba pasando por ellas
Los uros hablan aimara, aunque originalmente hablaban puquina, y el poco español que necesitan para dirigirse a ti cuando llegas o cuando te quieren vender algo. La traducción aproximada de uro es “día claro”. Ellos se consideran el pueblo más antiguo de la tierra, “anteriores a los hombres” se llaman a sí mismos. No siempre vivieron en el agua, se trasladaron al interior del lago creando las islas artificiales huyendo de las invasiones incas.

Los uros visten con ropas coloridas y relativamente gruesas. Las dos jóvenes de arriba, con los grandes pompones rematando sus tenazas, te recuerdan que son solteras

En cada isla viven unas seis familias con aproximadamente 27 personas en total. El espacio es muy reducido por lo que es imprescindible llevarse bien. Aunque sean pocos y se conozcan, las mujeres solteras llevan el pelo recogido en trenzas y sujetas al final con coloridos pompones. Supongo que será para los pretendientes de otras islas.

Teóricamente hay una isla “retrete” a la que van con una barca cuando lo necesitan. Se me hace difícil imaginármelo con un trasiego constante de barcas por el lago hacia esa isla, pero eso es lo que ellos dicen. Parece ser que han acostumbrado al cuerpo a hacer sus necesidades sólo una vez al día. Cuando la isla retrete está colapsada la cubren de cal y dejan que el tiempo la descomponga.  La contaminación del lago podría ser un grave problema, en primer lugar para ellos.

La isla en la que yo paré tenía un pequeño panel fotovoltaico, al igual que otras en las que ya me había fijado. Como lo utilizan para iluminarse, reducen de este modo algo el riesgo de incendio de sus islas, que están exclusivamente hechas de totora y por tanto con una carga de fuego muy alta. Sin embargo se ven obligados a cocinar con fuego. Lo hacen fuera de la cabaña para controlarlo, pero a pesar de que usan unos tradicionales hornillos cerámicos cerrados, protegidos, una fuerte racha de viento podría propagarlo.


Paneles fotovoltaicos en algunas islas

 
Pieza de cerámica donde ponen el fuego para cocinar

Para hacer las islas flotantes unen varias cañas de totora, obtenidas de las zonas donde crecen más densamente, y cortan del fondo unos bloques formados por las raíces, tierra y barro. Hacen falta unas 25 piezas. Estos bloques llamados khilis, debido a la totora son muy ligeros y flotan; serán la base de la isla. Posteriormente los unen y anclan al fondo del lago con cuerdas, de totora originalmente, y de nilón ahora, porque son mucho más resistentes. Incluso, para que no se mueva de un lado a otro, utilizan puntales laterales para dejarla más fija.

 
Khilis atados y preparados para formar otra isla, sobre los que van depositando las capas de totora directamente

Encima de esta estructura flotante van colocando capas de totora hasta crear un suelo suficientemente resistente; a pesar de ello se hundía y se balanceaba cuando caminaba por él. Poco a poco esas capas de totora se van pudriendo y hay que reponerlas poniendo nuevas capas de totora seca encima. En ningún caso retiran las anteriores. No es malo que se pudra la totora porque produce gases que quedan ocluidos en el interior de la estructura y eso las hace flotar mejor. La reposición de la superficie la tienen que hacer semanalmente, por lo que el trabajo de mantenimiento de sus islas es constante. Pero, como es lógico, al ir poniendo y reponiendo totora, ese suelo cada vez pesa más por lo que se va hundiendo. Llega un momento en el que la base original llega al fondo del lago y la isla deja de ser flotante. Es el fin de la vida de la isla; habrán pasado unos 30 años desde que se empezó a construir.

Proceso de construcción y hundimiento de las islas de totora

La totora que necesitan puede ser silvestre o estar plantada. En cualquier de los casos hacen falta entre ocho y diez meses para que alcance la madurez. Aunque puede llegar a tener hasta 3 m de altura, sólo cortan la parte aérea para esas labores de construcción; la otra se pudriría. En cualquier caso, la dejan secar dos semanas antes de usarla.

Mazos de totora dispuestos para que se sequen

Las chozas las construyen encima de esas capas de totora, también de totora. Pude ver dos modelos, el más antiguo de planta circular y cubierta cónica, con una puerta, y la más evolucionada de planta rectangular y una cubierta inclinada a dos aguas que se pliega en la cumbrera como si fuera un pañuelo dejando que los bordes caigan hacia el frente. La planta tiene de diámetro o de lado, entre 3 y 5 m.

Sección de una totora seca


Cabaña circular y cabaña con cubierta de pañuelo

Hacen las paredes de las chozas uniendo entre sí pequeños haces de totora; el resultado final es una pared de unos 5 ó 6 cm. La cubierta original estaba formada por capas de totora hasta alcanzar los 20 cm, lo suficiente como para que no entrara el agua de la lluvia. Sin embargo las modernas están formadas por dos láminas trenzadas como si fuera una estera, del espesor de una sola caña, y entre medias pude ver que introducen una lámina o una placa ondulada de plástico impermeable. La modernidad se había introducido pero de una forma intencionadamente discreta porque si no fuera así perderían el interés de todos los visitantes que reciben actualmente. Ahora incorporan algo de madera para hacer los marcos de las puertas, pero en origen todo era de totora.

Mazos de totora formando una pared

Cubierta con totora trenzada en gavillas y plegada sobre si misma


El plástico aflorando entre los pliegues de la cubierta

 

Estas cubiertas más antiguas no llevan plástico. A cambio tiene mazos más gruesos de totora

Al mediodía la temperatura había alcanzado los 20ºC y la humedad relativa había bajado al 28%. Con esa humedad tan baja no es necesaria la ventilación, por lo que esas láminas de plástico, que evidentemente evitan que se ventilen las cabañas a través de la cubierta, no tienen mayor importancia. La ventilación también podría ser necesaria para evitar el sobrecalentamiento en el interior. Es verdad que tienen una radiación muy fuerte, pero como la temperatura exterior es baja y el color de la totora es muy clarito para reflejar la radiación solar, no parece un gran problema. En el tiempo en el que estuve en las islas no medí en el interior de las cabañas temperaturas muy diferentes a las del exterior. Hay que pensar también que la totora es muy aislante ya que la médula de la caña es un material esponjoso, lo que a pesar de los pequeños espesores dificulta la entrada del calor provocado por el sol y que por la noche se lleguen a enfriar el interior. Un estudio de la Universidad de Minnesota indica que la transmitancia térmica de un panel de solo 2,5 cm, puede estar entre 0,42 y 0,44 W/m2·K, francamente bajo.

La choza es de una sola habitación y el calor de los ocupantes seguro que es suficiente para mantenerlas templadas. Cada familia es de 4,5 miembros de media, lo que representa durante las horas nocturnas una aportación de calor de unos 400 W.

El sencillo interior de las cabañas, de una sola habitación para toda la familia

El tiempo que no se dedican a mantener la isla lo ocupan en la pesca en el lago y a la caza de aves, la base de su alimentación, y en trabajar artesanía que venden a los turistas. Otra forma de obtener dinero es ofreciéndote paseos entre las islas en sus propias embarcaciones, que como es lógico están hechas también de la impermeable totora; algunas de esas embarcaciones eran auténticas obras de arte.

Hay algunas islas con tiendas, escuelas e incluso con un banco. En esas islas el descuido ha sido mayor y ya vi cubiertas de chapa, el gran enemigo de los materiales naturales perecederos.
 

La chapa coloniza también parte de estas islas. Espero que no avance y que se pueda erradicar en el futuro

Estas islas son un perfecto ejemplo de cómo una etnia, más antigua que el mundo, como los uros, ha sido capaz de organizar toda su vida con un único recurso, la totora, y mantener su forma de vida durante cientos de años. La huella ecológica de este grupo es la del espacio que ocupan, no necesitan de más.

Una de las islas grandes del lago Titicaca es la isla de Takile. Ir a ella después de haber visto las islas de los uros sirve para apreciar las diferencias. Las islas de los uros son artificiales, mientras que Takile es una isla real de gran tamaño, aunque se puede atravesar en una pesada excursión subiendo y bajando caminos. Mientras que los uros hablan aimara, los habitantes de Takile, de origen inca, hablan quechua. Los hábitos, las apariencias, el aspecto y el comportamiento son diferentes. 

 

La plaza del pueblo de Takile, con la iglesia al fondo. A la derecha un grupo de habitantes con su ropa tradicional, incluido el gorro frigio de los hombres

En mi opinión es mucho más interesante el mundo de los uros. Takile es una isla de paisaje agradable, pero que no aporta nada. Sus construcciones, que aún son de adobe, se cubren con cubiertas de chapa que da un aspecto vulgar al conjunto. Parece mentira que la UNESCO haya influido para que no cambien sus hábitos de vida y no usen herramientas modernas en la agricultura, cocinado o trabajos artesanales, pero que no haya hecho nada para evitar ese destrozo arquitectónico que supone ese importante cambio en las cubiertas.


Todavía la construcción es de adobe, pero las cubiertas ya son de chapa. Vi restos de alguna de las antiguas que eran vegetales, también de paja

Tras esa experiencia tan impactante, al día siguiente cogí un avión hacia Cuzco. Puno no tiene aeropuerto por lo que tuve que alquilar otro servicio de coche con conductor para ir a Juliaca, una ciudad a pocos kilómetros que es donde se encuentra el aeropuerto. De nuevo mereció la pena ir con un conductor que conociera el lugar porque no hay ninguna señalización que dirija hacia el aeropuerto.

Cuzco es la ciudad más cuidada e interesante de Perú. Se aprecia que fue la capital del imperio inca, pero también que en ella edificaron los españoles construcciones religiosas, iglesias, conventos y catedrales, espléndidas, pero directamente sobre las incas.

La plaza de Armas de Cuzco

 Caminar por Cuzco es encontrarte permanentemente restos de las construcciones incas sobre las que hay edificios más modernos

Todas sus construcciones actuales están muy cuidadas, con los techos de teja aportados por los españoles, pero manteniendo perfectamente su configuración previa. La estructura de las casas se basa en la original incaica, ya que las construcciones están levantadas sobre los cimientos que había antes. Esto lleva a una estructura de patio con la entrada por un zaguán que no se encuentra en el centro de la fachada sino en un lateral, lo que no permite ver directamente el patio, hay que entrar para verlo.

Aproveché el primer día en Cuzco para visitar sus monumentos, que son muchos, y pasear por sus calles disfrutando del ambiente festivo. Iba con la idea de no perderme el Coricancha, la Casa del Sol, construcción inca sobre la que los dominicos edificaron un convento cristiano. Afortunadamente para la historia y la arquitectura, los conquistadores no pudieron tirar todo el templo ya que la base estaba hecha con piedras gigantescas imposibles de mover. Se tuvo que construir encima, lo que hoy en día permite admirar, al tiempo que la cristiana, también la construcción original. El convento original se derrumbó durante un terremoto, por lo que hubo de reconstruirlo de nuevo sobre los muros incas, que no se habían visto afectados. Viendo esos muros se puede comprender la gran habilidad de aquellos constructores.


Exterior e interior del convento con la parte del Coricancha que se ha conservado

Cuando se ve un muro de mampostería se aprecia la parte levantada por los incas, con sus sillares irregulares pero perfectamente acoplados, y sobre ellos los del periodo colonial, con sillares regulares mal asentados, que cuando hay un terremoto se viene abajo.  Los cuzqueños, viendo esos muros te dicen que la parte de abajo la hicieron los incas y que la de arriba la hicieron los incapaces; no les falta razón.
  

 Varios lienzos de muros incas conservados en la ciudad de Cuzco

 La famosa piedra de los 12 ángulos situada en el palacio del Inca. Esta es la más famosa pero hay otras de 13 y 14 ángulos

 
En esta esquina se ve la solidez de piedras irregulares de muchos ángulos sobre las que los españoles construimos con nuestros sillares regulares e ineficientes ante los terremotos

En la Plaza de Armas, que en tiempos de los incas estaba reservada a la nobleza, también visité la Catedral y la iglesia de Compañía de Jesús. Para mí esta Plaza de Armas es la más bonita de todas las que he visto en Suramérica.

Era tradicional la pugna entre los poderes oficiales de la Iglesia y los jesuitas, tanto en poder terrenal como divino, y por supuesto en la grandeza de sus templos. Los jesuitas tenían prohibido hacer una iglesia más alta que la catedral, pero era difícil juzgar si tenían mayor riqueza o eran de mayor calidad arquitectónica. La iglesia de Compañía de Jesús la habían construido en 1571 sobre la estructura del palacio de Huayna Capac, y aún se pueden ver los restos incaicos en un lateral. Cuando en 1650 la derrumbó un terremoto, cosa que no pasaba con los palacios de los incas, mucho mejor construidos, los jesuitas decidieron hacerla más alta que la Catedral. El obispo se opuso y escribió a Inocencio X denunciando el hecho. Cuando llegó la contestación  del Papa dando la razón al obispo ya era demasiado tarde, la iglesia estaba muy acabada; las comunicaciones aún no eran lo que ahora son.

La catedral fotografiada desde una de las ventanas de  la Iglesia de los jesuitas

La ciudad colonial se vio condicionada por la estructura urbana de la Cuzco inca, ya que no era fácil eliminar cimientos y muros. Por eso es fácil ver los edificios modernos erigidos sobre bases claramente indígenas. La casa colonial se adaptó a esa circunstancia dejando, como he comentado, el acceso al patio, el zaguán, en un lateral, en lugar de en el centro, y manteniendo los dinteles trapezoidales. Muchas de esas casas coloniales hoy en día son hoteles y tuve la suerte de alojarme en uno de ellos.


Éste era el patio de mi hospedaje en una casa colonial sobre una estructura inca.


Otros patios de casas coloniales convertidas en hoteles

Cuzco está situado en un punto mágico del que salen los “ceques”, que son líneas rectas imaginarias de simbolismo esotérico. Eran rectas, como los rayos solares, y atravesaban cualquier obstáculo geográfico. Según Garcilaso, había 42 “ceques” agrupados en los cuatro “suyos”, o partes del imperio. Siguiendo esas líneas se han encontrado muchos lugares sagrados, como el propio Machupicchu.

El valle de Urubamba, el valle sagrado de los incas, era la entrada a lo que ellos llamaban Antisuyo. Como el valle era enormemente fértil, la nobleza inca se fue trasladando,  para lo que construyeron allí asentamientos muy importantes, como el Ollantayambo y el propio Machupicchu.

Para llegar a Machupicchu hay que atravesar ese valle sagrado en un tren de montaña que hay que coger en la estación de Cuzco. Este tren recorre parsimoniosamente los valles entre los Andes. Como es muy lento y tarda más de cuatro horas en recorrer el trayecto, tuve que cogerlo de madrugada si no quería llegar demasiado tarde a la ciudad perdida.

Ya sentado en el vagón me relajé para ponerme en el estado de ánimo adecuado para disfrutar también del recorrido. Aunque el día estaba algo nublado, fue realmente precioso.

Imágenes de las montañas que rodean al valle, algunas de ellas nevadas. En los asientos de al lado iba un grupo de brasileñas que no habían visto nunca la nieve y el espectáculo les apreció sublime

Actualmente no hay otra forma para llegar a Machupicchu, pero para el futuro vi que estaban construyendo una carretera en paralelo al río que va por el fondo del valle, el río Urubamba. Me recordaba, salvando las distancias, las grandes distancias, a la antigua carretera del paso de Despeñaperros entre Castilla y Andalucía. Para hacer esta carretera se veían grandes desmontes que dejaban al terreno en una situación de clara precariedad. Esa nueva ruta parece necesaria pero el daño al paisaje también parece irremediable.

Fue Hiram Bingham quien dio a conocer la ciudad perdida en 1911, porque antes que él ya habían llegado otros viajeros. A través de sus estudios documentales sabía de la existencia de sitios arqueológicos perdidos en la montaña, pero no había ninguna referencia al Machupicchu. En ese periplo descubrió muchas ruinas, incluso alguna población, pero nada parecido a lo que él se imaginaba que podía encontrar. Después de mucho viajar y de hablar con la gente local para que le dieran pistas, en un pueblo le comentaron que había una familia que vivía en una antigua ciudad de la que no sabían el nombre. Acompañado de un agricultor de la zona, Melchor Arteaga, llegó a la ciudad perdida, donde, efectivamente, vivían dos familias de campesinos, los Álvarez y los Richarte. El hecho de que ni siquiera los lugareños supieran de la existencia del Machupicchu sin duda sirvió para evitar los saqueos y destrucciones que se habrían producido.

Tras las cuatro horas del precioso viaje por el valle (el vagón del tren tiene un techo transparente para que no te pierdas nada) llegué a Aguascalientes. Allí hay que coger un autobús para hacer la última etapa y llegar a destino definitivo, perdido entre las montañas. Hay que imaginarse las largas colas de toda la gente que llega en el tren o ha hecho noche allí y que quiere acceder a los autobuses.


Imágenes de Aguascalientes. Se ve que es una población que ha crecido rapidísimamente, con la llegada de los turistas, sin casi ningún control urbanístico o arquitectónico

El autobús tiene que ir por una carretera serpenteante en mal estado, tan estrecha que no pueden pasar dos vehículos a la vez, por lo que hay que esperar en puntos estratégicos del trayecto dispuestos para los cruces. En el recorrido se veía a algunos excursionistas que se estaban atreviendo a hacer el recorrido campo a través, algunos subiendo otros ya bajando. No me habría importado hacerlo a mí también porque la impresión de la ciudad habría sido aún mayor, pero eso habría supuesto perder la mayor parte del día y no podía permitírmelo.

Se tarda por tanto mucho en llegar a Machupicchu pero la impresión que produce la primera visión justifica todos los esfuerzos. En muchas ocasiones la imagen que se tiene de un lugar supera a la realidad, que te decepciona un poco. En este caso fue justo al contrario.



 La imagen que recibes nada más llegar de la ciudad, con el monte Huaynapicchu al fondo, es impactante

La ciudad fue mandada construir por el Inca Pachacuteq en 1438, con la intención de que sirviera de sede educativa de los futuros líderes políticos y religiosos. Se tardó 30 años en levantarla y duró hasta 1537, año en el que empezaron a abandonarla sigilosamente. Algunos dicen que el diseño fue integral, es posible, porque la planta asemeja a un cóndor en vuelo, aunque esto es más dudoso; es fácil encontrar cóndores en todas partes.

El terreno ocupa 800 por 500 m aproximadamente, y está dividido en dos zonas, la residencial y la agrícola, que probablemente produciría los alimentos que necesitaban sus 1000 habitantes.

Afortunadamente acceder a Machupicchu es muy complicado. Si hubiera sido fácil de encontrar los conquistadores lo habrían aplanado y llenado de iglesias, y si hoy en día se llegara con más facilidad se habría deteriorado con un turismo masivo. Merece la pena que el sitio siga manteniéndose relativamente aislado, a disposición de la gente interesada en hacer el esfuerzo.

A pesar de la dificultad del acceso, estaba bien amurallada para protegerse, excepto por el lado oeste donde un acantilado de más de 600 m de altura evitaba cualquier posibilidad de incursión.
 
Acantilado que protege la ciudad por el lado oeste

El acceso a la ciudad se producía por el Camino del inca, a través de una única puerta, pequeña y discreta para la grandiosidad de Machupicchu. Me resultó curioso ver el sistema de agarre de esta puerta. Los incas no conocían el sistema de bisagras y usaban un complejo sistema de atado de la puerta a varios puntos. Carecía de cualquier asomo de grandiosidad, no era un arco del triunfo, no daba a una avenida impresionante, era simplemente eso, una puerta. Otras culturas nos han acostumbrado a lo contrario, los egipcios con sus impresionantes pilonos, los romanos con sus arcos del triunfo, y no quiero imaginar lo ideado por Albert Speer para el monumental Berlín ideado para Hitler.


Entrada a la ciudad por el Camino del inca, pequeña y discreta. Abajo el Camino del inca

Imagen de cómo era la puerta que cerraba este hueco de entrada a la ciudad. Se ataba a varios puntos. Arriba, un madero vertical a una argolla de piedra que sobresale, y a los lados, el palo horizontal que actuaba de cerrojo, a las cajas de piedra rehundidas que se ven en la foto. Todo muy poco práctico

El trabajo de reconstrucción arqueológica que se ha hecho es tan bueno que resulta muy fácil entender cómo debió ser la ciudad en su apogeo. Se edificó y abandonó en sólo 90 años, un tiempo brevísimo para todo lo que hicieron y para la riqueza que atesoró, pero hoy en día la podemos visualizar con facilidad e imaginárnosla.

Gracias a todo esto se aprecia perfectamente la técnica constructiva y estructural de sus 200 edificaciones. En general son construcciones muy sencillas de muros gruesos de piedra de granito, ligeramente inclinados, entre 3 y 7 grados, para que actúen como contrafuertes arriostrando unos muros a otros. Aunque se aprecia una gran uniformidad en las construcciones, no en vano se hicieron casi a la vez, unas son de mayor grandeza por el tratamiento de la piedra, como el Templo del Sol, y otras más sencillas como las viviendas.

El Templo del Sol es la única construcción curva de la ciudad. En su interior hay una tumba real. Las dos ventanas exteriores, desde dentro lo otro que se ve son hornacinas, señalan la salida del sol el solsticio de verano, una, y la salida del sol el solsticio de invierno, la otra. Dos perfectos elementos de un calendario solar.

 Junto al Templo del Sol está el aposento de la Ñusta, donde vivía la princesa elegida por el Inca. Como el propio templo, sus paredes están ligeramente inclinadas hacia el interior para generar un efecto de contrafuerte.

Centro ceremonial desde el que se controla todas las actividades del Templo el Sol y de todas las fuentes de la ciudad

La planta de las viviendas es rectangular, y la cubierta, apoyada sobre los hastiales triangulares de piedra, era de madera recubierta de paja. La paja se ataba con cuerdas también de paja a unas piezas de piedra cilíndricas talladas en los sillares. Hay bastantes construcciones donde se puede apreciar esta técnica.

  
Muestras de las piezas de piedra donde se ataban los palos de la cubierta
 

Ejemplos reconstruidos de cubiertas de paja donde se ve su uso concreto


Imágenes del sector urbano en el recinto superior. Sobre bancadas se estructuran perfectamente calles, plazas e hileras de casas con medianerías, que les ayudaría a protegerse del frío

Todo el sistema constructivo tenía como objetivo resistir los terremotos, por lo que el aparejo adquiere un protagonismo total. Dependiendo de la calidad y nivel social del ocupante la mampostería era más o menos ajustada y precisa.

Las construcciones más cercanas al Inca y a los sacerdotes tienen muros de mampostería con enormes sillares cortados y pulidos con arena, con un ajuste en seco perfecto; están en el barrio noble. Las piedras no son rectangulares sino que tienen unas irregularidades intencionadas que crean múltiples quiebros. Este procedimiento hace que la onda sísmica vaya reduciendo su intensidad en cada esquina cuando entra en vibración el muro. En Cuzco, en el edificio que fue la residencia del Inca, hay una famosa piedra con doce ángulos en lugar de los cuatro de un sillar convencional.

Aunque se han identificado tres grandes canteras cerca de la ciudad, de la que pudieron salir parte de esas piedras, la mayor parte provenían de la fractura natural que provocan las dos placas tectónicas que pasan justo por allí, y aunque luego tuvieran que recortarlas y pulirlas, la materia prima irregular que empleaban la daba la naturaleza. En las canteras parece ser que hay piedras a medio cortar, con las perforaciones clásicas donde se clava la madera que se hinchará cuando se moje,  lo que provocará su fractura por la línea de los agujeros.  Me habría gustado ir a la cantera como había hecho en la Isla de Pascua a ver los moais a medio labrar, pero no pude; siempre es interesante ver ese momento congelado en el tiempo, que se abandona por alguna circunstancia ineludible, y si no que se lo digan a los habitantes de Pompeya y Herculano.

Piedra de un de los lienzos de un edificio, el Templo Principal y la Cámara de los Ornamentos, con la piedra de los 32 ángulos, que da a la Plaza Sagrada, donde también se encuentra el Templo de las Tres Ventanas

Frente a las casas del barrio noble, que eran de dos plantas, las casas de funcionarios y otras personas de menor categoría, son de una planta y la mampostería es más irregular, tanto que incluso necesita unirse con una argamasa de barro. Cuanto menor era el nivel del ocupante más imprecisas eran las piedras.



 Clara diferencia de calidad en el trabajo de las piedras en estos tres muros, el primero es de viviendas de rango bajo, el segundo de rango medio y tercero de un templo

Imágenes de la Casa de los Guardianes, vigilando la entrada a la ciudad

 


 
 Formado conjunto con la Casa de los Guardianes, en la entrada baja de la ciudad, están dispuestas otras cinco edificaciones en planos distintos del aterrazado. Son almacenes llamados qolqas. Estos recintos servían para almacenar la producción agrícola, herramientas y utensilios

A la izquierda se ve el barrio de los intelectuales, el Yachay Wasi, y al fondo, lejos y a la derecha, la Casa de los Guardianes

Éste es el sector correspondiente al Yachay Wasi, que quiere decir casa del saber, es decir, la escuela. En este recinto, formado por un conjunto de plazas y edificios, los maestros preparaban a la futura clase dirigente.

Las construcciones de Machupicchu no muestran ninguna característica bioclimática especial, ni por su forma, ni por su orientación, ni por sus huecos. La singularidad de la forma trapezoidal de los huecos era para soportar mejor los movimientos de tierra, y su orientación respondía más a consideraciones astronómicas que a bioclimáticas. Es posible que el escaso uso que les daban no justificara una mayor dedicación a su diseño. El templo de las Tres Ventanas es un ejemplo de uso astronómico de las ventanas, orientadas perfectamente al este. Seguro que en su número hay una referencia al origen mítico de los incas, surgidos de las tres ventanas de la montaña Pacaritambo.
  

Templo de las Tres Ventanas. Los huecos de los extremos son hornacinas, no ventanas. Viendo las piedras cualquiera diría que no sabían hacerlo mejor, más regulares, pero vaya si sabían. En la otra foto se ve el muro de la derecha del templo con la caja perfectamente labrada para que se apoyara allí la viga que soportaría el techo

 Sin embargo, el conjunto de la ciudad sí es un ejemplo de adaptación, en este caso al terreno, abrupto e inclinadísimo. Todas las construcciones, las calles y las plazas están situadas sobre bancales y plataformas. Pero para mí los más interesantes son los bancales agrícolas, ya que la ciudad incorpora los cultivos para intentar ser autosuficiente. Me imagino lo que habría sido depender de las vituallas que les tuvieran que llegar desde Cuzco por ese intrincado camino.

Como todas las sociedades agrícolas, necesitaban conocer los ciclos de la tierra. Sabían que había ciclos en la naturaleza y que si los comprendían bien sabrían cuándo sembrar y cuándo realizar el resto de las labores que exige el campo. Y eso no era fácil si no tenían referencias en un calendario y que mejor calendario que la posición del Sol. De hecho, en la cima de la Pirámide de Intihuatana hay una piedra que aflora del suelo, tallada de tal forma que las cuatro esquinas del hito superior señalan perfectamente los cuatro puntos cardinales. Pero lo que es más interesante es que en la base sobre la que está esa piedra, en una esquina, hay un resalte que señala el norte magnético, no el geográfico, una gran muestra de conocimiento.


Intihuatana quiere decir “lugar donde se ata el sol”.  Arriba se ve la pirámide donde se sitúa la escultura de granito que en su pieza superior de base cuadrada señala perfectamente los cuatro puntos cardinales. En la esquina de la derecha, en el siguiente nivel, hay un resalte que señala el norte magnético diferenciándolo del geográfico. Como el norme magnético cambia permanentemente ahora no sería el correcto.

Esta piedra se llama la Cruz del Sur porque representa la posición de esa constelación que sólo se ve desde el hemisferio sur. Cumplía una función astronómica y tiene las cuatro esquinas orientadas a los puntos cardinales

Esta otra es una roca funeraria dedicada a los sacrificios humanos o de animales

El agua llegaba hasta la ciudad a través de un canal de casi 750 m de longitud que conectaba un manantial con las 16 fuentes que hay situadas en diferentes lugares. Pasaba previamente por la zona agrícola aunque curiosamente no la regaba. Probablemente era debido a que el caudal que reciben las fuentes es relativamente pequeño, entre 10 y 100 l/min dependiendo de la época del año y de la riqueza del periodo de lluvias. Con ese caudal sólo se podrían cubrir las necesidades de unas 500 personas. En algún sitio leí que esas fuentes no eran para el uso del agua potable, sino que tenían un carácter puramente simbólico; tal vez fuera así aunque resulta difícil creerlo.

Aquí se ven los hastiales de piedra sin las cubiertas de madera y paja que se apoyarían sobre ellos, en uno de los barrios de viviendas


En estas fotos se ve el interior de las cubiertas. Estaban unidas a mitad del faldón, no para atirantarlas, que no haría falta al estar apoyadas sobre los hastiales de piedra, sino para evitar su pandeo.

 
En esta foto se ve cómo hacían los forjados de las edificaciones de dos plantas. Una estructura de rollizos de madera sobre la que depositaban ramas y paja para cubrirla finalmente de una capa de barro.

 

Estas dos construcciones son las huayranas, espacios techados, tal vez refugios o puestos de guardia, en el camino hacia el Haynapicchu, que quiere decir “la montaña joven”, y que es la que se ve al fondo de la ciudad

Lo que sí parece claro es cómo funcionaba el sistema de drenaje, exquisitamente diseñado para evitar el estancamiento de las aguas de lluvia en calles  y edificios. Sin embargo, no había alcantarillado para las aguas grises y negras, y no hay evidencia alguna de qué hacían con ellas. En cualquier caso supongo que serían tan cuidadosos como los uros con las aguas e intentarían no contaminar los ríos, lagos y mares, ya que los consideraban lugares sagrados. Es decir, una visión ecológica de la naturaleza, de respeto y cuidado, pero sin alcantarillas.

Mención especial merecen los cultivos aterrazados, que a mí me maravillaron. Ocupaban el 60% del terreno de la ciudad. He leído que algunos piensan que podrían tener una función estética o simplemente para contener la erosión del terreno, pero no lo creo porque habrían resuelto perfectamente la erosión con calles y plazas, sin tanta complicación. Lo que me sorprendió es que no aprovecharan el agua que pasa por uno de sus laterales como sistema de riego, pero dado que allí las lluvias son frecuentes y todo está cubierto por una permanente neblina, salvo cuando se hacen las fotos para los folletos turísticos, tal vez no hiciera falta; hay que pensar que era poca agua la canalizada. Más bien su preocupación fue la contraria, el drenaje, que cuidaron con el exquisito diseño de las terrazas; en una tierra que no drena bien se mueren todas las plantas.

Para ello, sujeta con muros de contención, hay varias capas. Una primera capa de drenaje de piedras gruesas y sobre ella hay otra de grava o de restos de las canterías para mejorar el paso del agua. A su vez sobre ella hay otra de arena, para que aún drene mejor, y ya, finalmente, una capa de tierra vegetal con mantillo para el cultivo. Demasiado trabajo para que fuera simplemente para evitar la erosión.
  


Impresionantes fotos de las zonas de cultivo


 
En estas fotos se ven los bancales con toda su estructura de drenaje

 
Éste es el canal por el que baja el agua camino de la ciudad sin regar los cultivos

Para mí quizá lo más sostenible de Machupicchu sea esa introducción de los cultivos dentro de la estructura de la ciudad, para intentar convertirla en autónoma, pero sin olvidar su propia estructura, sea un cóndor o no, y el sistema constructivo que emplearon para mantenerla en pie usando recursos locales, granito y paja.

Aunque el imperio inca durara escasamente 200 años, ocupó un gran territorio, desde el mar a la alta montaña, desde Perú hasta Chile, Ecuador, Colombia y Argentina, por tanto con climas áridos, secos, húmedos, tropicales, fríos y calurosos. Esta variedad de lugares habría justificado grandes cambios arquitectónicos para adaptarse a las diferentes necesidades climáticas, pero no fue así. Tal vez la rápida expansión del imperio no dio tiempo, tal vez la intención de ir dejando un único sello, una imagen fija en los territorios que conquistaban, no permitió “veleidades” bioclimáticas.

Resulta difícil entenderlo todo bien, porque los datos que tenemos de ellos no son precisos por no estar escritos. Sin embargo hay algunas ideas básicas que nos ayudan a entender. Por ejemplo, la palabra inca es quechua y quiere decir gobernante, líder. Por tanto no eran una raza distinta a la de los quechuas sino una forma de gobierno diferente que tenía a la cabeza como líder militar y religioso al Inca, con mayúsculas. Había varias categorías dentro de la estructura gobernante, el líder supremo era el Sapallan Inca, después estaba el Auqui Inca, y después de ellos otros muchos. Esa casta, que no raza, se autodenominaban “Hijos del Sol” y por extensión a todo el pueblo que vivía en Cuzco y a 50 leguas a la redonda  se les llamó los incas. Al resto de pueblos que fueron conquistando en el periodo de expansión se les debería haber incanizado, a saber que habría supuesto, pero con la llegada de los españoles no les dio tiempo a realizarlo.

La expansión del imperio inca se había iniciado en 1438, con la victoria del Inca Cusi Yupanqui sobre los chancas. Desde ese momento hasta 1533, que fue el momento en el que desaparece el imperio tras ser derrotado por los españoles, algo menos de un siglo después, se expandió por ese enorme territorio que he comentado, asentándose profunda y establemente en sus tierras.

Sin embargo, antes de la creación del imperio, los incas debieron ser un pequeño reino asentado en los alrededores de Cuzco; de este periodo se tiene muy poca información. Se supone que fue Manco Cápac quien fundo la primera estructura. Aparentemente procedía de la zona del lago Titicaca. Su historia se mezcla lógicamente con leyendas que dicen que él y su hermana fueron enviados por el padre Sol para forjar un nuevo orden, lo que suena muy dictatorial. La realidad es que desde allí, probablemente en el siglo XIII, acompañado por un pequeño grupo de personas derrotó a los wallas, sawasiras y alqawisas, que eran las tribus que habitaban el valle del Cuzco. Tras derrotarlos se asentó en el lugar estableciendo el nuevo régimen, al principio de una forma discreta, al menos durante el gobierno de los primeros Incas: Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Cápac, Tarco Huamán, Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huanca, Viracocha y Urco. Después, en 1438 como he dicho, el Inca Cusi Yupanqui, también llamado Pachacútec, inició la expansión imperialista.

Pachacútec impuso para ello el servicio militar obligatorio y una férrea disciplina militar y social. Pero para esa rápida expansión eran imprescindibles también las comunicaciones, que se debían mantener fluidas con el poder central, y la imposición de un modelo social, político y jurídico, muy estudiado y cuidado, que controlara a los pueblos sometidos allí donde llegaban.

La red de caminos que salía de Cuzco tenía cada 2 km un punto de avituallamiento, la llamada casa de correo, o chaskiwasi, y cada 20 km, que era lo que se suponía que se podía hacer en una jornada, un tambo, que era una especie de venta donde podían alojarse una gran cantidad de personas. También, a lo largo del camino fueron creando centros administrativos, para descentralizar las decisiones, ya que un imperio tan extenso no se podía gobernar desde Cuzco. Se llamaban llaqtas. Las llaqtas eran ciudades, siempre iguales, con una muralla circular y una serie de edificios administrativos dentro. Toda esa red de caminos llegó a tener una extensión de 40000 km; hay que imaginarse la cantidad de chaskiwasi, tambo y llaqtas que tuvo que haber. Los romanos también dieron muchísima importancia a las infraestructuras para poder expandirse, no sólo viarias, sino de suministro de agua o alcantarillado.

En estos pueblos se intentaron hacer réplicas del Coricancha que había reconstruido en Cuzco, para que la imagen proyectada fuera siempre la misma. Como ya he comentado esto recuerda mucho a los egipcios intentando mantener siempre una misma imagen de poder. El problema que posiblemente generó fue que no permitió que la arquitectura se adaptara a los lugares donde se construía.

El imperio no llegó a consolidarse porque el ejército del Inca sometió a un número enorme de pueblos de diferentes etnias, a los que quisieron imponer su ley y orden. En el momento en el que esos pueblos vieron en los españoles la posibilidad de librarse del lazo de los incas, los apoyaron. No sé si habría sido mejor la consolidación del imperio o no, pero todas las grandes expansiones han muerto porque la gente no acepta el yugo del invasor, a pesar de que pudieran traer con ellos progreso. Pasó con los macedonios, los romanos, los mongoles, con Napoleón, con Hitler, con los imperialistas ingleses y con los propios españoles en América.

Los incas fueron un pueblo sin historia porque no llegaron a inventar la escritura, probablemente sea el único gran imperio conquistador sin escritura. Por eso es difícil interpretar con exactitud a su sociedad. A pesar de ello, aprovechando la infraestructura viaria, tenían un servicio de mensajería formado por jóvenes corredores que iban por los caminos del imperio llevando los mensajes velozmente, como el Pony Express, pero como no lo escribían lo llevaban en forma de cuerdas de diferentes colores sobre las que hacían enigmáticos nudos, de formas, tamaños y estructuras diferentes; también cambiaba el grosor de la cuerda y el material del que estaba hecha. Si lo pensamos bien, todas esas variables dan lugar a un sinfín de posibilidades, pero no deja de ser un sistema extraño y fallido. Sin embargo la organización era magnifica, no paraba en las 24 horas del día y eran capaces de enviar un nudoso mensaje de Cuzco a Quito, hasta donde hay 2400 km, en sólo cinco días.

Su contacto con los españoles, cuando se produjo la conquista, permitió a través de sus crónicas relatar lo que veían aunque no siempre se entendiera. La tradición oral que se mantuvo durante muchos años también permitió que pasara a textos que hoy podemos consultar. Garcilaso de la Vega, el inca Garcilaso, ayudó mucho a ello. Garcilaso era hijo de un capitán de Pizarro y una princesa inca. Por eso sus crónicas sobre sus ancestros, contadas por su madre, pueden considerarse fidedignas.

Como las evidencias de la historia inca son por tanto indirectas, de otros que los conocieron, se han hecho planteamientos sobre Machupicchu que luego fueron refutados por otras ideas quizá más probadas; aún hoy en día hay más incertidumbres que certezas sobre la ciudad. Sí parece claramente probado que la cosmogonía era muy importante porque era la base de su agricultura. Esa relación con el cosmos se puede leer en su arquitectura, que en ocasiones usaban como calendarios para conocer los momentos claves del año.


En la cosmología mística de los pueblos de Perú hay tres mundos, arriba, en medio y abajo. Arriba es donde viven los dioses y está representado por las aves, sobre todo por el cóndor. En medio es donde viven los hombres y se representa por las fieras, el jaguar y el puma. Abajo es el inframundo, representado por la serpiente que se arrastra por la tierra. Pero abajo no es malo porque en su visión del mundo todo es cíclico, parece que ya habían imaginado el Big Bang. Todo lo que sale de la tierra vuelve a ella fertilizándola para que vuelva a dar frutos. Son los cadáveres pero también los intercambios de fluidos; por eso le dan mucha importancia a la sexualidad, pero también a la lluvia y a la sangre de los prisioneros que riega y alimenta el submundo. Por eso eran necesarios los sacrificios humanos. Hoy en día hay una postura que niega que los incas hicieran sacrificios humanos, que fue una leyenda extendida por los españoles para justificar que depusieran a los incas del poder; incluso defienden que los incas los prohibieron. No sé si es cierto o no, pero lo que sí es verdad es que con los incas o previamente a ellos, los pueblos del altiplano realizaban muchos sacrificios humanos, sobre todo de prisioneros. Del periodo incaico se han encontrado cadáveres de niños y adolescentes en las cimas de los Andes, tal vez como una ofrenda de seres puros, tal vez para amedrentar a los pueblos sometidos. En Arequipa se conserva la momia de la niña Juanita, de 13 o 14 años cuando murió, sacrificio humano realizado probablemente durante el reinado del Inca Yupanqui. Los cuchillos ceremoniales, los recipientes para recoger la sangre y las representaciones gráficas y en cerámicas de sacrificios humanos, dan fe de ello. Los mochicas y otros pueblos  peruano anteriores a los incas usaban los sacrificios humanos de forma habitual como parte de sus ritos, tanto de prisioneros como de los derrotados en los combates ceremoniales, aunque fueran nobles de su propia sociedad. Y por supuesto de niños y adolescentes, que se enterraban junto con los de altos dignatarios.

En ese antiguo Perú las ceremonias más importantes estaban relacionadas con estos temas, la fertilidad, el culto a los muertos y los sacrificios humanos. Todos estos actos, como he comentado, estaban vinculados con el intercambio de fluidos. En ellas participaban hombres y mujeres bebiendo chicha fermentada. Agradecían el agua de la lluvia y el agua que llegaba con los ríos permitiendo las cosechas. A cambio daban a la tierra el sacrificio de la sangre. Los sacerdotes y gobernantes, vestidos de oro, no por su valor sino por su brillo que les hacía parecer hijos del Sol, recogían la sangre en recipientes ceremoniales antes de devolverla a la Madre Naturaleza.

Consideraban que la Pachamama, la Madre Naturaleza, era la sustentadora de la vida. Veneraban a Dios a través de todos los elementos de la naturaleza. El Sol en primer lugar, pero luego a la Luna, a las estrellas y finalmente a la Tierra, en todos sus elementos, montañas, mares rocas, ríos, mares, lagos. Las sociedades que respetan de tal modo a la naturaleza son las que han avanzado en la historia del mundo, y las que no lo han hecho, como la de los rapa nui, han desaparecido. Es evidente que el vínculo de los incas con la naturaleza era muy grande, se podría decir que los incas eran convencidos ecólogos.

Al igual que sabían que los ciclos de la naturaleza y la agricultura se repetían, la vida humana también formaba un ciclo perfecto: nacemos, vivimos, morimos, pasamos a la tierra y al mundo subterráneo, y volvemos en forma de fertilidad.

También pensaban que todo en la naturaleza es dual, opuesto pero al mismo tiempo complementario: arriba y abajo, lluvia y sequía, sol y luna, hombre y mujer. Es la misma idea del yin y el yang y que ellos llamaban tinkuy.

Después de esa maravillosa experiencia, lleno más bien de inquietudes, que deseaba llenar en cuanto pudiera, que de certezas absolutas, con la caída del sol, inicie mi recorrido inverso: caminata, colas, autobús, tren, taxi, Cuzco.

Cuzco, como la mayor parte de las tierras del altiplano, tiene un clima especial. Tiene una temperatura moderada durante el día, incluso fría por las mañanas, lo que me obligaba a ir con cazadora, jersey y camisa de manga larga, pero que en cuanto entraba el día, si estaba directamente el Sol me moría de calor. La irradiancia es altísima con un Sol en el cénit, que al estar a más de 3000 m de altitud parece más cercano. No es así pero al haber menos atmósfera protectora, 3000 metros menos exactamente, literalmente te quema si no llevas protector solar, o bloqueante solar como dicen allí. Según avanza el día hay que quitarse la cazadora y colgarla al brazo, después el jersey y atarlo a la cintura, y más tarde incluso remangarse la camisa. Pero según cae la tarde hay que proceder al contrario, y cuando anochece y la temperara baja a 6 o 7ºC, la cazadora resulta insuficiente. Era curioso ver por la calle a gente en manga corta y bermudas al lado de otras equipadas como para subir al Everest, incluidas botas y bastones. Me recordaba al libro de Julio Cortázar, “La vuelta al día en 80 mundos”, pero aquí las vuelta al día en 80 climas.

A veces el azar te juega malas pasadas pero a veces te hace regalos. Esta vez hubo suerte, fue la fiesta del Corpus en Cuzco, en la que toda la ciudad se lanza a la calle a celebrarlo. Uno de los actos especiales es la celebración del chiriucho. Se celebra en toda la ciudad pero sobre todo en la plaza de San Francisco, que se llena completamente de puestos de comida. Todos te llaman diciendo, “chiriuchu bien servidito”. El chiriuchu es un plato que se toma sólo ese día. Es una palabra quechua que quiere decir frío y picante, según me explicó un taxista. En el plato te ponen carne de gallina, carne de cuy, caucau, que son huevas de pescado que llaman el “caviar de los Andes”, maíz tostado, rocoto, que es una especie de pimiento picante, unas algas llamadas cocha yuyu, y morcilla. Todo lo sirven en un gran plato con una tortilla gruesa y esponjosa hecha con masa de maíz, cilantro y perejil. No es que esté muy sabroso pero es tan curioso que comiéndolo participas de la fiesta, sobre todo pensando que sólo es un día al año y que yo estaba allí.

 La plaza de armas completamente llena de gente celebrando el Corpus

Un puesto de chiriuchu en la plaza de S. Francisco

Este fue el último acto que tuve esa noche en Cuzco. Al día siguiente cogía un vuelo hacia Lima y allí un enlace con Madrid. Había sido un buen viaje.